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Cetaganda (íà èñïàíñêîì)

ModernLib.Net / Bujold Lois McMaster / Cetaganda (íà èñïàíñêîì) - ×òåíèå (ñòð. 15)
Àâòîð: Bujold Lois McMaster
Æàíð:

 

 


Sus únicas órdenes fueron que distribuyera copias inactivas como resguardo. Ba Lura sentía los deseos de nuestra Señora con mucha fuerza, pero no entendía su sutileza. No fue idea mía tratar de distribuir la Llave ahora y no estoy segura de que fuera idea de ella. No sé si Ba Lura llegó a algún acuerdo con ella por separado o fue un malentendido. Y ahora es imposible saberlo. — Inclinó la cabeza-. Pido perdón al Consejo por mi fracaso. — Su tono de voz sugirió a Miles el dolor de una herida voluntaria.
      — Hiciste lo que pudiste, querida — dijo la haut Nadina con amabilidad. Pero luego agregó con mayor firmeza-. Pero no deberías haberlo intentado sola.
      — Así me lo pidieron.
      — La próxima vez, pon un poco menos de énfasis en el me y un poco más en la orden misma.
      Miles trató de no encogerse ante la aplicación general de esa amable admonición.
      Un pesado silencio dominó la cámara.
      — Tal vez podamos considerar una alteración del genoma que haga más controlables a los hautlores — dijo por fin la Consorte de Rho Ceta.
      — Si queremos una expansión renovada, necesitamos todo lo contrario — objetó la consorte más morena-. Más agresividad.
      — El ghemexperimento, es decir, filtrar combinaciones genéticas favorables desde el resto de la población hacia las clases altas, me parece suficiente en ese sentido — dijo la haut Pel.
      — Nuestra Señora, en su sabiduría, quería más variedad, no más uniformidad — concedió Rian.
      — Creo que hace mucho tiempo, cuando dejamos a los haut machos librados a sus propios recursos, cometimos un error — insistió la Consorte de Rho Ceta, obstinada.
      Y la de tez morena contestó:
      — Pero cómo vamos a seleccionar entre ellos si no hay libre competencia?
      Rian levantó una mano para detener a las otras.
      — Estos temas más amplios tendrán que ser discutidos en breve, pero éste no es el momento. Estoy convencida de que antes de proseguir con el plan de expansión, debemos depurarlo. Pero eso… — suspiró— es tarea de la nueva emperatriz. Lo que debemos hacer ahora es decidir con qué situación se va a enfrentar ella cuando llegue. Cuántas apoyan la recuperación de los bancos de genes?
      Ganaron los votos a favor. Muchos tardaron en llegar, pero finalmente se consiguió un voto unánime a través de un intercambio de miradas inescrutables. Miles respiró, aliviado.
      Los hombros de Rian cayeron con pesadez.
      — Entonces, ésas son mis órdenes. Que vuelva todo al Criadero Estrella.
      — Rótulo de los envíos? — preguntó la haut Pel en tono práctico.
      Rian miró hacia arriba un segundo y contestó:
      — Colecciones de materiales genómicos humanos de varias satrapías, pedidas por la Señora antes de morir, y que nosotras archivaremos en los bancos experimentales del Criadero Estrella.
      — Está bien para este lado de la conexión — aceptó la haut Pel-. Y para el otro?
      — Los gobernadores recibirán la noticia de que hemos descubierto un grave error en la copia, un error que debe corregirse. Sin la corrección, el genoma no sirve.
      — Muy bien.
      La reunión había terminado. Las mujeres activaron las sillas-flotantes, aunque no conectaron las burbujas, y se fueron en grupos de dos o tres, rodeadas por un murmullo de discusión.
      Rian y la haut Pel esperaron hasta que la habitación quedó vacía y Miles no tuvo más remedio que esperar con ellas.
      — Todavía desea que trate de recuperar la Llave, milady? — preguntó Miles a Rian-. Barrayar seguirá siendo vulnerable hasta que atrapemos al gobernador sátrapa con pruebas sólidas de traición, datos que él no sea capaz de tergiversar. Y lo que menos me gusta de este asunto es la evidente relación que tiene ese caballero con su seguridad interna, señora.
      — No sé — suspiró Rian-. Necesitamos por lo menos un día para organizar la devolución de los bancos de genes. Voy a… voy a mandar a alguien a buscarlo, como esta noche.
      — Pero entonces, sólo nos quedarán dos días. No es mucho margen. Me gustaría que actuáramos cuanto antes.
      — No es posible. — Ella se tocó el cabello, un gesto nervioso a pesar de la gracia de sus movimientos.
      Miles la miraba y buscaba en su corazón. El impacto de la primera locura de amor se estaba desvaneciendo en esa inundación de reacciones y sensaciones. Lentamente, se convertía en… en qué? Si ella hubiera saciado la primera sed de Miles con la más mínima gota de afecto, lo habría tenido a sus pies, en cuerpo y alma.
      En cierto modo, Miles se alegraba de que ella no estuviera fingiendo, a pesar de la depresión que le causaba que lo tratara como a Ba Lura, es decir como a un ser cuya lealtad y obediencia se dan por sentadas. Tal vez el disfraz que él había propuesto — de ba— era una sugerencia del inconsciente y las razones para la propuesta no eran sólo prácticas. Acaso su cerebro estaba tratando de decirle algo?
      — La haut Pel lo llevará de nuevo a su punto de origen — dijo Rian.
      Él se inclinó.
      — Según mi experiencia, milady, no se puede volver al punto de origen, a pesar de lo mucho que lo intentemos.
      Ella le devolvió sólo una mirada extrañada y él se alejó hacia la silla-flotante de la haut Pel.
      Pel lo llevó por el Jardín Celestial hacia la salida. Miles se preguntó si ella estaba tan incómoda como él con la proximidad física.
      Intentó algún tipo de conversación intrascendente.
      — Las hautladies crearon toda la vida vegetal y animal de aquí? Son competiciones, como la feria de bioestética? Me impresionaron particularmente las ranas cantarinas, sabe?
      — Ah, no — dijo la haut Pel-. Las formas de vida inferiores son asunto de los ghem. La mayor distinción que pueden recibir es que su arte se incorpore al jardín del imperio. Los haut sólo trabajan sobre material humano.
      Él no recordaba ningún monstruo.
      — Dónde?
      — Lo que hacemos es aplicar nuevas ideas en seres ba. Eso impide que se liberen materiales genéticos a través de canales sexuales por accidente.
      — Ah…
      — Nuestra mayor recompensa es desarrollar un complejo genético que luego se incorpore al genoma haut.
      Era como una regla moral invertida: nunca te hagas a ti mismo lo que no has probado en otros.
      Miles sonrió, nervioso, y no siguió preguntando. Un auto de superficie y su ba esperaba a la burbuja de Pel ante la entrada del Jardín Celestial. Volvían a casa de lady d'Har por rutas más normales.
      Pel lo dejó salir de la burbuja en un rincón escondido del jardín, a resguardo de miradas indiscretas, y se alejó lentamente. Él se la imaginó informando a Rian: Sí, milady, solté al barrayarés en la selva, como usted lo ordenó. Espero que encuentre comida y una compañera…
      Se sentó en un banco que daba hacia el Jardín Celestial y meditó sobre la vista hasta que lo descubrieron Ivan y el embajador Vorob'yev.
      El uno parecía asustado; el otro furioso.
      — Llegas tarde — dijo Ivan-. Dónde diablos te habías metido?
      — Estaba ya a punto de llamar al coronel Vorreedi y a los guardias — agregó el embajador Vorob'yev, con voz dura.
      — Eso habría sido… inútil, señor — suspiró Miles-. Ya podemos irnos.
      — Gracias a Dios — musitó Ivan.
      Vorob'yev no dijo nada. Miles se levantó, preguntándose en qué momento el embajador y Vorreedi dejarían de aceptar un No todavía como respuesta.
      Todavía no. Por favor, todavía no.

13

      Nada le hubiera gustado más que un día libre, pensó Miles, pero no tenía tiempo. Lo peor era la seguridad de que se había metido en aquel atolladero él solito. Hasta que las consortes consiguieran recuperar los bancos genéticos, lo único que podía hacer era esperar. Y a menos que Rian enviara un auto a la embajada a recogerlo, lo cual significaba un movimiento tan abierto que tal vez causaría resistencias vigorosas en ambos grupos de Seguridad Imperial, Miles no podría volver a verla hasta las Ceremonias de Portal-Canción en el jardín Celestial. Gruñó entre dientes y pidió más datos a la comuconsola; después, contempló la pantalla sin verla realmente.
      No estaba seguro de que fuera prudente darle a lord X un día de ventaja, a pesar de que esa misma tarde el caballero en cuestión se vería en un aprieto cuando su consorte se llevara el banco de genes. Eso eliminaría su última posibilidad se sentarse a esperar hasta el momento apropiado, y luego alejarse suavemente con el banco y la Llave y tal vez eliminar a la vieja consorte designada por el poder central en algún lugar de la ruta. El hombre tenía que darse cuenta de que Rian lo entregaría aunque tuviera que incriminarse ella misma, tenía que darse cuenta de que ella estaba dispuesta a todo para atraparlo. Asesinar a la Doncella del Criadero Estrella no había formado parte del Plan Original, de eso Miles estaba casi seguro. En el Plan Original, Rian era un títere más, cuyo papel principal era acusar a Barrayar y a Miles de robar la Gran Llave. A lord X le fascinaban los títeres. Pero Rian se mantenía leal a los haut más allá de sus propios intereses. Ningún traidor sensato podía permitirse el lujo de suponer que ella se quedaría paralizada durante mucho tiempo.
      Lord X era un tirano, no un revolucionario. Quería llegar al poder dentro del sistema, no cambiarlo. La verdadera revolucionaria era la fallecida emperatriz, con su intento de dividir a los haut en ocho ramas competitivas y dejar que ganara el mejor de los superhombres. Tal vez Ba Lura había estado más cerca de su ama de lo que Rian quería suponer. No se puede entregar poder y retenerlo al mismo tiempo. Excepto después de la muerte.
      Así que… cuál sería el próximo movimiento de lord X? Qué podía hacer ahora excepto luchar hasta el final, intentarlo todo para no caer en el proceso? Eso o cortarse las venas, y Miles no creía que fuera del tipo suicida. Seguramente seguía buscando una forma de culpar de todo a Barrayar, preferentemente en la forma de un Miles muerto que no pudiera desmentirlo. Todavía había una remota posibilidad de que pudiera salirse con la suya en eso, dada la falta de entusiasmo de los cetagandanos hacia los extranjeros en general y los barrayareses en particular. Sí, era un buen día para quedarse en la embajada.
      Habrían sido mejores los resultados si Miles hubiera devuelto públicamente la Llave falsa y declarado la verdad desde el principio? No… en ese caso la embajada y los enviados habrían estado inmersos en acusaciones falsas y escándalos públicos, y ya no habría forma de probar su inocencia. Si lord X hubiera elegido cualquier otra delegación para colocar la Llave falsa… digamos, la de Marilac, los aslunderos o los vervani… tal vez en este momento su plan estaría funcionando a la perfección, puntual como un reloj. Miles esperaba que lord X estuviera muy, muy arrepentido de haberse decidido por Barrayar. Era una esperanza amarga. Y voy a hacer que te arrepientas mucho más, imbécil.
      Miles apretó los labios. Volvió a prestar atención a la comuconsola. Todas las naves de los gobernadores sátrapas estaban construidas según el mismo plano general y, por desgracia, lo único que tenía el banco de datos de la embajada de Barrayar eran esos datos poco precisos. Tal vez había más, pero Miles hubiera tenido que acceder a los archivos secretos. Recorrió los niveles y sectores de la nave en el holovídeo. Si yo fuera un gobernador sátrapa que urde una revuelta, dónde escondería la Gran Llave? Debajo del colchón? Seguramente no.
      El gobernador tenía la Llave, pero le faltaba la llave de la Llave: Rian conservaba el anillo. Si lord X conseguía abrir la Gran Llave podría volcar los datos, conseguir un duplicado de la información, y tal vez, en circunstancias tan complejas, decidiría devolver el original y librarse de la prueba material de sus planes de traición. O destruirla… claro. Pero si la Llave hubiera sido fácil de abrir, debería haberlo hecho en cuanto sus planes empezaron a fallar. Así que… si estaba tratando de acceder a la Llave, seguramente la tenía en algún laboratorio de decodificación. Y dónde se encontraría el laboratorio de decodificación en esa vasta nave…?
      Un sonido en la puerta interrumpió los pensamientos de Miles. La voz del coronel Vorreedi:
      — Lord Vorkosigan, puedo pasar?
      Miles suspiró.
      — Adelante. — Sí, tanta actividad en la comuconsola tenía que atraer la atención de Seguridad. Seguramente el oficial de protocolo había estado monitoreando desde abajo.
      Vorreedi entró al trote, estudió el holovídeo por encima de los hombros de Miles.
      — Interesante. Qué es?
      — Un recorrido por las naves de guerra cetagandanas. Sigo con mi educación de oficial y todo eso… La esperanza de que me destinen a una nave nunca desaparece del todo.
      — Ya. — Vorreedi se enderezó-. Supuse que le interesaría recibir las últimas noticias sobre su amigo lord Yenaro.
      — No creo que le deba nada pero… no le habrá ocurrido nada grave, espero — dijo Miles con sinceridad. Tal vez Yenaro fuera un buen testigo más tarde; ahora que había reflexionado al respecto, Miles estaba empezando a lamentar no haberle ofrecido asilo en la embajada.
      — Todavía no. Pero han emitido una orden de arresto contra él.
      — Y de quién es la orden? De Seguridad de Cetaganda? Por traición?
      — No. De la policía civil. Por robo.
      — Es una acusación falsa. Estoy seguro. Alguien está usando el sistema para sacarlo de su escondite. Puede usted averiguar quién lo ha acusado?
      — Un ghemlord, un tal Nevic. Le dice algo este nombre?
      — No. Tiene que ser un títere. Lo que necesitamos es la identidad de quien ordenó a Nevic que acusara a Yenaro. El mismo que le dio los planos y el dinero para la fuente de Marilac. Pero ahora usted tiene dos pistas. Puede seguir ambos caminos.
      — Cree que se trata del mismo hombre?
      — Lo que estoy haciendo no tiene nada que ver con suposiciones, coronel — dijo Miles-. Necesito pruebas, pruebas que puedan utilizarse en un juicio.
      La mirada de Vorreedi lo estaba poniendo nervioso: una mirada constante, permanente, firme.
      — Por qué creía que acusarían a Yenaro de traición?
      — Ah, bueno… en realidad era sólo una suposición. Si lo que quiere el enemigo de Yenaro es que la policía civil lo ponga en un lugar donde él pueda dispararle sin problemas, el robo es mejor, mucho menos escandaloso.
      Las cejas de Vorreedi se le crisparon en la frente.
      — Lord Vorkosigan… — Pero se interrumpió, pensó mejor lo que estaba a punto de decir. Meneó la cabeza y se fue.
      Ivan entró un rato después, se echó en el sofá de Miles, puso las botas en el apoyabrazos y suspiró.
      — Todavía estás aquí? — Miles apagó la comuconsola. Las letras y los dibujos habían empezado a nublarle la vista-. Pensé que estarías por ahí, retozando o revolcándote sobre la paja en un granero o algo así. Son nuestros últimos dos días y todo eso… Te has quedado sin invitaciones? — Miles apuntó al techo con el pulgar. Tal vez nos están escuchando.
      Los labios de Ivan formaron tres palabras. Que se jodan.
      — Vorreedi nos puso más guardaespaldas. Es imposible ser… espontáneo con tanta gente mirando. — Contempló el techo con ojos muy fijos y abiertos-. Además tengo miedo hasta del suelo que piso. No fue una reina de Egipto la que trasladaron en una alfombra enrollada? Pienso que podría pasar otra vez.
      — Claro que sí. — Miles no podía negarlo-. En realidad, estoy casi seguro de que va a pasar de nuevo.
      — Excelente. Recuérdame que no me ponga muy cerca de ti.
      Miles hizo una mueca.
      Después de un minuto, Ivan agregó:
      — Me aburro.
      Miles lo echó de la habitación.
      Las Ceremonias de Portal-Canción, cuyo nombre completo era Ceremonias para Abrir el Gran Portal con Canciones, no tenían nada que ver con la apertura de ningún portal, pero sí con canciones. Un numeroso coro formado por varios cientos de ghem, tanto hombres como mujeres, vestidos de blanco sobre blanco, se situó cerca de la entrada este al Jardín Celestial. Se trataba de hacer una procesión por los cuatro puntos cardinales y terminar en la puerta norte, durante las horas de la tarde. El coro se ponía de pie para cantar en un área ondulante de terreno con propiedades acústicas sorprendentes, mientras los enviados galácticos y los ghem y haut de luto se quedaban alrededor para escuchar. Miles flexionó las piernas dentro de las botas y se preparó para aguantar. El espacio abierto permitía que las burbujas de las hautladies se movieran con libertad y había muchísimas en todas partes… cientos de burbujas esparcidas bajo el brillo del sol. Cuántas hautmujeres vivían en ese lugar?
      Miles echó una mirada a su pequeña delegación: él, Ivan, Vorob'yev y Vorreedi, todos en uniforme de gala negro; además de Mía Maz, vestida con tanto gusto como en otras ocasiones, impresionante en blanco y negro. Ese día, Vorreedi parecía más barrayarés, más oficial y un poco más siniestro — Miles tenía que admitirlo— ahora que no lucía su ropa civil cetagandana deliberadamente anodina. Maz apoyaba una mano sobre el brazo de Vorob'yev. Cuando empezó la música, se puso de puntillas.
      Esto quita el aliento hubiera sido una frase bastante literal: Miles tuvo que abrir la boca un poco y sintió que se le erizaba el cabello cuando los increíbles sonidos de la música lo bañaron de arriba abajo. — Armonías y disonancias se persiguieron por la escala con tal precisión que el público oía todas y cada una de las palabras por lo menos cuando las voces no se convertían en simples vibraciones inarticuladas que parecían subir por la espina dorsal y resonar en la parte posterior del cráneo como una sucesión de emociones puras. Hasta Ivan estaba transfigurado. Miles hubiera querido hacer un comentario, expresar su asombro, pero romper la concentración absoluta que exigía la música habría sido un sacrilegio. Después de unos treinta minutos, la música se detuvo de pronto y el coro se preparó para desplazarse con gracia hacia la siguiente parada, seguido con algo más de torpeza por los delegados galácticos.
      Los grupos tomaron diferentes rutas. Guías ba condujeron a los delegados a una mesa con comida bajo la dirección de un mayordomo ghemlord de mirada digna. La idea era que los invitados descansaran un poco y también que aguardaran hasta que el coro estuviera listo para la siguiente función en la puerta sur. Miles miró ansiosamente las burbujas de las hautladies, que no acompañaron a los delegados ni al coro y se alejaron flotando en una tercera dirección. Se daba cuenta de que el Jardín Celestial lo impresionaba cada vez menos. Era posible que alguien diera por sentado ese sitio? No cabía duda de que los haut ya no se sorprendían.
      — Creo que me estoy acostumbrando a este lugar — le confió a Ivan, mientras caminaba entre él y Vorob'yev siguiendo el desaliñado desfile de los extranjeros-. Sé que podría.
      — Ya — dijo el embajador-. Pero cuando a estos curiosos personajes se les ocurrió soltar a sus mascotas ghemlores para que buscaran propiedades más allá de Komarr, murieron cinco millones de los nuestros. Espero que no se le olvide, milord.
      — No — dijo Miles, tenso-. jamás. Pero… ni siquiera usted tiene edad suficiente como para recordar la guerra, señor. Estoy empezando a preguntarme si alguna vez veré un ataque cetagandano semejante.
      — Optimista — murmuró Ivan.
      — No, no, me gustaría explicar lo que quiero decir. Mi madre dice siempre que si un comportamiento recibe recompensa, se repite. Y viceversa. Creo… creo que si los ghemlores no consiguen conquistas territoriales en nuestra generación, tardarán mucho tiempo en intentarlo de nuevo. Después de todo… los períodos aislacionistas que siguen a las expansiones son fenómenos muy conocidos en la historia…
      — No sabía que supieras tanto de ciencias políticas — dijo Ivan.
      Miles se encogió de hombros.
      — Es sólo una intuición. Si me das un año y un departamento, tal vez pueda ofrecerte un análisis razonado con gráficos y todo.
      — Admito que es difícil imaginarse a… digamos, lord Yenaro, conquistando algo — aceptó Ivan.
      — No es que no fuera capaz de hacerlo, creo yo. Pero cuando se le presentara la oportunidad, sería demasiado viejo y estaría demasiado desinteresado. No sé… Claro que cuando termine el período aislacionista este razonamiento perderá validez. Cuando los haut decidan dejar de manipularse a sí mismos, dentro de diez generaciones…, no sé en qué se habrán convertido. — Y pensándolo bien, ellos tampoco lo saben. Eso sí que es interesante. Nadie está a cargo aquí?-. La conquista del universo parece un juego de niños después de eso… O tal vez… tal vez entonces nadie pueda detener el ataque — agregó con amargura.
      — Bonita idea — gruñó Ivan.
      Se había organizado un delicado desayuno en un pabellón cercano. Al otro lado esperaban autos de superficie tapizados de blanco para llevar a los enviados dos kilómetros más allá, hasta el Portal del Sur, cuando terminara la comida. Miles tomó una bebida caliente, rechazó con asco una bandeja de dulces — tenía un nudo en el estómago— y miró los movimientos de la multitud ba con ojos de halcón. Tiene que ser hoy, hoy. Ya no queda tiempo. Vamos, Rian… Y cómo diablos iba a recibir el informe de Rian con Vorreedi pegado a sus talones como una lapa? El hombre tomaba nota de cada uno de sus gestos. Miles ya se había dado cuenta.
      El día prosiguió con una repetición del ciclo de música, comida y transporte. Había una cantidad de delegados con cara de fatiga después de varias comidas y hasta Ivan había dejado de aceptar bocados en un gesto de autodefensa después de la tercera mesa. Cuando llegó el contacto, durante la comida que siguió a la cuarta y última actuación del coro, Miles apenas se dio cuenta. Estaba charlando con Vorreedi sobre la cocina del distrito Keroslav y preguntándose cómo conseguiría distraerlo y engañarlo cuando llegara el momento. Había llegado a un punto tal de desesperación que incluso consideraba la posibilidad de administrar un vomitivo al embajador Vorob'yev y ponerlo en manos del oficial de protocolo cuando vio por el rabillo del ojo que Ivan hablaba con Ba No Sé Qué en tono grave. No reconoció a la criatura; no era la favorita de Rian porque era joven y tenía una leve capa de pelo rubio. Las manos de Ivan giraron en el aire con la palma hacia arriba, se encogió de hombros y siguió al servidor por el pabellón, extrañado. Ivan? Para qué diablos quiere a Ivan?
      — Discúlpeme, señor — Miles interrumpió bruscamente a Vorreedi y pasó por su lado como una flecha. Para cuando el Jefe se volvió, Miles ya había pasado junto a otra delegación y estaba a medio camino de la salida, detrás de Ivan. No cabía duda de que Vorreedi lo seguiría, pero Miles se preocuparía por eso más tarde.
      Emergió, parpadeando, a la iluminación vespertina de la cúpula justo a tiempo para ver cómo desaparecían la sombra oscura y el brillo de las botas de Ivan tras un arbusto florido, frente a un espacio abierto con una fuente en el centro. Trotó para alcanzarlo; las botas se le resbalaban sobre las piedras irregulares que enlosaban el camino.
      — Lord Vorkosigan? — llamó Vorreedi desde atrás.
      Miles no se volvió pero levantó la mano sin detenerse. Vorreedi era demasiado educado para maldecir a gritos, pero Miles podía imaginar los tacos sin dificultad.
      Los arbustos, altos como una persona, se abrían hacia grupos artísticos de árboles, no exactamente un laberinto pero casi. La primera elección de Miles lo llevó a una especie de prado desierto, con un arroyo que brotaba en la fuente y corría como una filigrana de plata por el centro del terreno. Miles volvió atrás, maldiciendo sus piernas y su cojera, y se dirigió hacia otro conjunto de arbustos.
      En el medio de un círculo de bancos bajo la sombra de los árboles, había una silla-flotante cuya ocupante daba la espalda a Miles, con la pantalla activada. Ba Rubio ya no estaba. En ese momento, Ivan se inclinaba hacia la ocupante de la silla, con la boca abierta en una expresión fascinada, las cejas levantadas y llenas de sospecha. Un brazo cubierto de blanco se levantó en el aire. Una nube leve de niebla iridiscente golpeó la cara sorprendida de Ivan, quien puso los ojos en blanco y cayó sobre las rodillas de la ocupante de la silla. La pantalla de fuerza se cerró sobre él, opaca y blanca. Miles aulló y corrió hacia la pareja.
      Las sillas — flotantes de las hautladies no eran coches de carrera ni nada parecido, pero podían desplazarse a mayor velocidad que Miles. En dos vueltas por los arbustos desapareció por completo y cuando Miles salió del último macizo de flores, se vio frente a uno de los caminos principales del Jardín Celestial, tallados en jade blanco. Flotando en ambas direcciones por el sendero había media docena de hautburbujas y todas avanzaban a la misma velocidad digna y tranquila. Miles se había quedado sin aliento y le asaltó un torbellino de negros temores.
      Giró sobre los talones y se tropezó de bruces con el coronel Vorreedi.
      La mano de Vorreedi bajó hasta el hombro de Miles y lo agarró con una fuerza decidida y firme.
      — Qué diablos está pasando aquí, Vorkosigan? Y dónde está Vorpatril?
      — Eso quiero descubrir… señor, si me lo permite.
      — Seguridad de Cetaganda tiene que saberlo. Voy a colgarlos de un árbol si…
      — No… no creo que Seguridad pueda ayudarnos esta vez, señor. Creo que tengo que hablar con ba… con alguien. Enseguida.
      Vorreedi frunció el ceño, tratando de procesar la información. Obviamente no le resultaba fácil. Miles no lo culpaba. Una semana antes, él también habría supuesto que Seguridad Imperial Cetagandana se ocuparía. Pueden solucionar algunos problemas, sí. Pero no todos.
      Precisamente por ahí rondaban: mientras Miles y Vorreedi se volvían para retroceder hacia el pabellón, un guardia de uniforme rojo, con el maquillaje a rayas, avanzó rápidamente hacia ellos. Un perro pastor, juzgó Miles, cuya misión era buscar a las ovejas perdidas y devolverlas al rebaño de enviados galácticos. Un hombre rápido, aunque no lo suficiente.
      — Milores. — El guardia, que no tenía un rango muy alto, hizo un gesto de respeto-. Les ruego que vuelvan al pabellón. Los autos los llevarán al portal sur.
      Vorreedi tomó una decisión rápida.
      — Gracias. Pero me temo que hemos perdido a un miembro de nuestra delegación. Haría el favor de buscar a lord Vorpatril?
      — Claro. — El guardia tocó un comu de muñeca y transmitió la información en tono neutral, mientras conducía a Miles y a Vorreedi hacia el pabellón como un ovejero. Evidentemente, suponía que Ivan era un huésped perdido; debía de ser un hecho bastante frecuente: el jardín estaba diseñado para distraer a los visitantes con sus delicias. Le doy diez minutos a Seguridad de Cetaganda para darse cuenta de que Ivan ha desaparecido en pleno Jardín Celestial. Después, todo se irá al diablo.
      El guardia se separó de ellos cuando avanzaban hacia el pabellón. Miles buscó con la mirada en la multitud de ba que poblaba el pabellón.
      — Discúlpeme, ba — dijo con respeto a la criatura de mayor edad. Ba Como Se Llamara levantó la vista. Le sorprendía que alguien hubiera notado su existencia-. Debo ponerme en contacto inmediatamente con la haut Rian Degtiar. Una emergencia. — Abrió las manos y dio un paso atrás.
      La criatura asimiló la información, se inclinó e hizo un gesto a Miles para que lo siguiera. Vorreedi fue con ellos. Al otro lado del pabellón, en la intimidad que ofrecía un área de servicio, el comu. de muñeca de Ba Mayor empezó a transmitir una serie incomprensible de palabras y códigos. La frente de Ba Mayor se arrugó de sorpresa al oír el mensaje. Tomó el comu, se lo sacó y se lo pasó a Miles con una reverencia. Se retiró prudentemente. Miles hubiera querido que Vorreedi hiciera lo mismo — lo tenía pegado al hombro-, pero el coronel no se dio por aludido.
      — Lord Vorkosigan? — llegó la voz de Rian desde el comu, sin filtro. Seguramente hablaba desde dentro de su burbuja.
      — Milady. Ha enviado a alguien de… de su gente a… para que recogiera a mi primo Ivan?
      Hubo una corta pausa.
      — No.
      — Yo lo vi.
      — Ah. — Se produjo otra pausa, mucho más larga. Cuando la voz volvió a surgir, sonó mucho más baja y temerosa-. Ya sé lo que está pasando.
      — Me alegro de que alguien lo sepa.
      — Ahora mismo le envío a mi criado.
      — Y qué pasa con Ivan?
      — Nosotras nos ocuparemos de eso. — La comu se cortó.
      Miles tuvo deseos de sacudir el aparato, frustrado; en lugar de eso, se dominó y lo devolvió a Ba Mayor, que lo tomó, se inclinó y finalmente se alejó.
      — Qué fue lo que vio, lord Vorkosigan? — exigió Vorreedi.
      — Ivan… se ha ido con una dama.
      — Qué? Otra vez? Aquí? Ahora? Qué le pasa a ese chico, no tiene sentido del tacto? No sabe dónde está? Mierda, esto no es la fiesta de cumpleaños del emperador Gregor…
      — Creo que podré recuperarlo con discreción, señor, si usted me permite. — Miles sintió un escozor de culpa por la acusación a Ivan, pero la culpa se perdió en el miedo que le atenazaba el corazón. El aerosol, habría sido una droga para dormirlo o un veneno letal?
      Vorreedi se tomó un minuto largo para pensarlo; mientras contemplaba fríamente a Miles. Miles se recordó que Vorreedi pertenecía a Inteligencia, no al servicio de contraespionaje; la fuerza que lo impulsaba era la curiosidad, no la paranoia. Miles metió las manos en los bolsillos de los pantalones y trató de parecer tranquilo, despreocupado, apenas molesto por aquel lío. El largo silencio lo impulsó a añadir:
      — Si no confía en lo demás, señor, confíe al menos en mi habilidad. Es lo único que pido.
      — Con discreción, eh? — dijo Vorreedi-. Usted tiene amigos interesantes en este lugar, lord Vorkosigan. Me gustaría saber algo más sobre ellos.
      — Pronto. Espero que pronto, señor.
      — Mmm… De acuerdo. Pero sea rápido.
      — Haré cuanto esté en mi mano, señor — mintió Miles. Tenía que ser aquel mismo día. Si conseguía alejarse de su guardián, tenía que aprovechar para hacer el trabajo. Todo el trabajo. O nos iremos todos a pique. Hizo una venia y se alejó antes de que Vorreedi pudiera cambiar de parecer.

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