Ñîâðåìåííàÿ ýëåêòðîííàÿ áèáëèîòåêà ModernLib.Net

Cetaganda (íà èñïàíñêîì)

ModernLib.Net / Bujold Lois McMaster / Cetaganda (íà èñïàíñêîì) - ×òåíèå (ñòð. 11)
Àâòîð: Bujold Lois McMaster
Æàíð:

 

 


      — Pero por ahora es lo único que tengo.
      — Entiendo. Pero necesitamos todo el margen que podamos darnos en caso de que sea necesario un segundo intento.
      — Sí… tiene razón… — Ella respiró hondo, frunció el ceño con ansiedad-. Muy bien, lord Vorkosigan. Le ayudaré.
      — Tiene alguna idea del lugar de la nave en que puede estar la Gran Llave? Es un objeto pequeño y la nave, muy grande. La primera opción es el camarote privado del príncipe. Una vez a bordo, hay alguna forma de detectar la Gran Llave? No creo que tengamos la fortuna de contar con un circuito de ruido… O sí?
      — No tanto. Pero el sistema de energía de la Llave tiene un diseño muy antiguo y muy poco frecuente. A corta distancia es posible detectarlo con un sensor apropiado. La dama que vaya con usted tendrá uno y si se me ocurre alguna otra cosa útil, la mandaré con ella también.
      — Todo es importante. — Por fin, había llegado. Por fin, estaban en movimiento.
      Miles suprimió un impulso salvaje de rogarle que lo dejara todo y huyera con él a Barrayar. Podría sacarla del Imperio de Cetaganda por conductos legales? No parecía una tarea menos milagrosa que la que le esperaba al día siguiente. Cómo afectaría a su carrera, por no mencionar a la de su padre, la instalación de una hautmujer cetagandana y pariente cercana del emperador Fletchir Giaja en la casa Vorkosigan? Cuántos problemas acarrearía? Aquel asunto le recordó la Guerra de Troya.
      Pero habría sido agradable que ella intentara sobornarlo, que lo hubiera intentado un poquito más. No había levantado ni siquiera un dedo para seducirlo, ni una ceja para hacerle una invitación falsa. Su sinceridad era tan expuesta que a la mente de Miles, entrenada por SegImp y ya retorcida de natural, se le antojó ingenua. Cuando alguien se enamora desesperada, profundamente de otra persona, esa otra persona debería tener la cortesía de notarlo…
      La palabra clave, muchacho, es desesperadamente. Recuérdalo.
      Él y Rian no compartían amor, no compartían la posibilidad futura de un amor. Ni compartían objetivos. Lo que sí compartían era un enemigo. Tendría que conformarse con eso.
      Rian se levantó como para dar por terminada la reunión. Miles también se esforzó por levantarse mientras decía:
      — Ya vino a verla el ghemcoronel Benin? Tiene a cargo la investigación de la muerte de Ba Lura.
      — Eso me han dicho. Ha solicitado una entrevista dos veces. Todavía no lo he recibido. Parece… persistente.
      — Gracias a Dios. Todavía tenemos la posibilidad de coordinar nuestras declaraciones. — Le resumió rápidamente su entrevista con Benin con énfasis especial en la supuesta conversación que habían mantenido él y Rian durante el primer encuentro-. Tenemos que pensar en una historia coherente para esta vez. Creo que Benin piensa seguir con esto. Lamento decir que yo lo alenté un poco. No supuse que el príncipe Slyke se pondría tan pronto en evidencia.
      Rian asintió, caminó hasta la pared-ventana y señaló varios lugares dentro del laboratorio. Explicó brevemente la visita que había hecho el príncipe Slyke el día anterior.
      — Con eso es suficiente?
      — Sí, gracias. Puede decirle que hice muchas preguntas médicas sobre… la corrección de problemas físicos y que usted no pudo ayudarme mucho y me dijo que había acudido al lugar equivocado. — No pudo evitar agregar-: Mi ADN es completamente normal, sabe usted? Son daños teratogénicos. Fuera de su campo de experiencia y todo eso.
      La cara de ella, siempre bella e inexpresiva como una máscara, se hizo todavía más fría. Asustado, él agregó:
      — Ustedes, los cetagandanos, se pasan tanto tiempo pensando en las apariencias… Seguramente, usted ha visto falsas apariencias antes.
      Basta. No digas ni una sola palabra más.
      Ella abrió la mano en un gesto de aceptación sin compromiso y volvió a su burbuja. Agotado, sin confianza en su propio control, Miles caminó en silencio junto a la burbuja hasta la entrada principal.
      Salieron a un crepúsculo artificial luminoso. Unas pocas estrellas pálidas brillaban en el hemisferio azul oscuro y aparentemente infinito del cielo. Sentados en un banco fuera del Criadero Estrella estaban Mia Maz, el embajador Vorob'yev y el ghemcoronel Benin, sumidos en una charla intrascendente. Todos levantaron la vista cuando apareció Miles y las sonrisas de Vorob'yev y Benin adquirieron cierta acritud. Miles estuvo a punto de dar media vuelta y escapar corriendo al interior.
      Rian seguramente sintió lo mismo porque la voz en la burbuja murmuró:
      — Ah, su gente lo está esperando, lord Vorkosigan. Espero que la visita le haya resultado educativa, aunque no haya encontrado lo que esperaba. Buenas tardes. — Y se deslizó rápidamente hacia el santuario del Criadero Estrella.
      Ah, todo este asunto es una experiencia educativa, milady. Miles esbozó una sonrisa amable y trotó hacia el banco donde sus guardianes se levantaban para recibirlo. Mia Maz tenía su amable hoyuelo de siempre. Era su imaginación, o la afabilidad diplomática de Vorob'yev había adquirido cierta tensión? La expresión de Benin era menos fácil de interpretar tras los remolinos del maquillaje.
      — Hola — dijo Miles en voz alegre-. Usted… me ha esperado, señor… No era necesario, gracias, gracias. — Las cejas de Vorob'yev se alzaron en un gesto de desacuerdo irónico.
      — Le han otorgado un honor sumamente inusual, lord Vorkosigan — comentó Benin, haciendo un gesto hacia el Criadero Estrella con la cabeza.
      — Sí, la haut Rian Degtiar es una dama muy amable. Espero no haberla cansado con mis preguntas.
      — Y recibió usted las respuestas que esperaba? — preguntó Benin-. Entonces es usted un privilegiado.
      No había error posible: ese comentario tenía un lado amargo aunque, por supuesto, siempre podía ignorarlo.
      — Ah, sí y no… El criadero es un lugar fascinante, pero por desgracia esta tecnología no ofrece grandes recursos a mis necesidades médicas. Creo que voy a tener que seguir pensando en la intervención quirúrgica. No me gusta la cirugía… siempre me sorprende lo dolorosa que resulta. — Parpadeó con gesto afligido.
      Maz mostraba una expresión comprensiva. Vorob'yev seguía con su aire grave y taciturno. Está empezando a sospechar algo. Mierda.
      En realidad, tanto Vorob'yev como Benin parecían dos personas a quienes la presencia de otro impide saltar sobre un tercero, acorralarlo contra la pared y retorcerlo hasta arrancarle la verdad por la fuerza.
      — Si ya ha terminado — dijo Benin-, les acompañaré hasta los portales del Jardín Celestial.
      — Sí. El auto de la embajada está esperándonos, lord Vorkosigan — agregó Vorob'yev con severidad.
      Caminaron en grupo detrás de Benin, siguiéndolo por los senderos del jardín.
      — El verdadero privilegio de hoy ha sido toda esa poesía — siguió diciendo Miles de buen humor-. Y a usted, cómo le van las cosas, ghemcoronel? Ha progresado en su caso?
      Benin torció el gesto.
      — Sigue siendo muy confuso… — murmuró.
      Apuesto a que no. Por desgracia, o tal vez por suerte, ése no era el lugar ni el momento para olvidarse de todo y hablar con franqueza del trabajo de seguridad que ambos compartían.
      — Ay, Dios — dijo Maz y todos dejaron de caminar para examinar lo que había descubierto de pronto en una curva del sendero.
      Un marco de bosques y una quebrada artificial. Bajo la luz del crepúsculo, entre los árboles y a lo largo del arroyo, se agazapaban cientos de ranas arborícolas, diminutas y luminosas, de colores acaramelados. Estaban cantando. Cantaban en acordes, acordes musicalmente perfectos: un acorde subía y bajaba, e inmediatamente después lo reemplazaba otro. La luz de las criaturas aumentaba y disminuía de intensidad según el canto, y así, la vista podía seguir el progreso de cada una de las notas tanto como el oído. La acústica de la quebrada llevaba esa música que no era música de un lado a otro, en tonos sinergéticos. Miles olvidó momentáneamente todos sus problemas, absorto por la belleza y el absurdo del espectáculo, hasta que una tosecita de Vorob'yev rompió el hechizo y el grupo siguió adelante.
      Fuera de la cúpula, la noche de la capital se extendía tibia, húmeda y brillante como un damasco; rugía con el ruido subliminal de la vida. La noche y la ciudad, prolongadas hasta el horizonte y más allá.
      — Me impresiona el lujo haut… pero siempre termino pensando en el volumen de la base de sustentación económica que tiene — comentó Miles a Benin.
      — Cierto — asintió Benin con sonrisa irónica-. Y según tengo entendido, la tasa de impuestos per cápita de Barrayar duplica la de Cetaganda. El emperador cetagandano cultiva el bienestar económico de sus súbditos tanto como su jardín. Al menos eso dicen.
      Benin no era inmune a la tendencia cetagandana a la competencia. Y los impuestos eran un asunto muy variable en Barrayar.
      — Lamento tener que estar de acuerdo — le contestó Miles-. El problema es que estamos obligados a igualarlos a ustedes en lo militar con un cuarto de los recursos reales. — Se mordió la lengua para no agregar: Por suerte, no es demasiado difícil, o alguna otra frase irónica.
      Pero en realidad Benin tenía razón, reflexionó Miles cuando el auto de superficie de la embajada se elevó sobre la capital. La gran semiesfera plateada resultaba impresionante hasta que uno miraba la ciudad que se extendía cien kilómetros a la redonda en todas direcciones, por no mencionar el resto del planeta y los otros siete mundos… y hacía números. El jardín Celestial era una flor, pero sus raíces estaban en otra parte, en el control haut y ghem de otros aspectos de la economía. La Gran Llave le pareció de pronto una palanca demasiado pequeña para mover ese mundo. Príncipe Slyke, creo que es usted un optimista.

10

      — Tienes que ayudarme con esto, Ivan — susurró Miles con urgencia.
      — Eh? — murmuró Ivan, en tono de extrema neutralidad.
      — No sabía que Vorob'yev lo iba a mandar a él. — Miles hizo un gesto hacia lord Vorreedi, que acababa de terminar su propia conferencia en voz baja con el conductor del auto, el guardia de paisano y el uniformado de la embajada. El uniformado llevaba el atuendo de fajina verde, como Miles e Ivan; los otros dos llevaban mallas y túnicas largas hasta los tobillos en el típico estilo de Cetaganda. El oficial de protocolo tenía más práctica con la ropa cetagandana y se movía con mayor soltura y comodidad.
      Miles siguió diciendo en voz baja:
      — Cuando establecí esta cita con mi contacto, pensé que Vorob'yev nos mandaría con Mia Maz… al fin y al cabo, esto tiene que ver con la División de Damas o como se llame… No tiene por qué cubrirme. Lo que necesito es que lo distraigas un momento cuando llegue el momento de marcharme.
      El guardia de paisano hizo un gesto con la cabeza y se fue. Un hombre de perímetro. Miles memorizó la cara y la ropa. Otra cosa de la que tenía que cuidarse. El guardia se alejó hacia la entrada de la exhibición, que por cierto no se desarrollaba en un recinto normal. Cuando le habían descrito el espectáculo, Miles se había imaginado alguna estructura cavernosa y cuadrangular como la que albergaba la Feria Agrícola de Distrito en Hassadar. Pero el Salón del jardín de la Luna, como lo llamaban, era otra cúpula, una imitación burguesa y diminuta del Jardín Celestial. Bueno, no demasiado diminuta, en realidad: tenía más de trescientos metros de diámetro y se arqueaba sobre un suelo empinado e irregular. Bandadas de ghems bien vestidos, tanto hombres como mujeres, se acercaban al túnel de la entrada superior.
      — Y cómo diantres voy a conseguirlo, primito? Vorreedi no es de los que se distraen con facilidad.
      — Dile que me fui con una dama. Propósitos inmorales. Tú siempre tienes ese tipo de propósitos… por qué yo no? — Los labios de Miles se torcieron tratando de suprimir una burla a los ojos en blanco de Ivan-. Preséntale a media docena de tus noviecitas. Me parece difícil que no te encuentres con alguna por aquí. Preséntalo como el hombre que te enseñó todo lo que sabes sobre el Arte de Amor Barrayarés.
      — No es mi tipo — dijo Ivan entre dientes.
      — ¡Usa la iniciativa!
      — No tengo iniciativa. Yo sigo órdenes, muchas gracias. Es mucho más seguro.
      — De acuerdo. Te ordeno que uses la iniciativa.
      Por todo comentario Ivan formó un taco con los labios, sin pronunciarlo.
      — Estoy seguro de que acabaré arrepintiéndome.
      — Aguanta un poco más. Unas pocas horas y todo habrá acabado. — Para bien o para mal…
      — Eso ya me lo dijiste anteayer. Y resultó falso.
      — No fue culpa mía. Las cosas son un poco más complicadas de lo que suponía.
      — Recuerdas aquella vez en Vorkosigan Surleau, cuando encontramos aquel viejo depósito de armas y nos convenciste a mí y a Elena de que te ayudáramos a activar el tanque flotante? Y después chocamos contra el granero? Y el granero se derrumbó? Y mi madre me puso bajo arresto domiciliario durante dos meses?
      — ¡Ivan, teníamos diez años!
      — Yo lo recuerdo como si fuese ayer. Ayer y anteayer…
      — Esa cosa ya se estaba cayendo. No hizo falta mucho para derrumbarla. Les ahorró el precio de la demolición. Por Dios, Ivan, ¡esto es serio! No puedes compararlo con… — Miles se interrumpió cuando vio que el oficial de protocolo despedía a sus hombres y se volvía hacia los dos enviados con una leve sonrisa. Los tres entraron juntos al Salón del jardín de la Luna.
      Miles se sorprendió al ver algo tan burdo como un cartel, aunque fuera de flores, sobre el arco de la entrada de un laberinto de caminos descendentes que bajaban por la ladera natural. Exposición Anual de Bioestética Número 149, Clase A. Dedicada a la memoria de la Señora Celestial. Esa dedicatoria había convertido la ocasión en una cita obligada para la agenda de todos los enviados diplomáticos.
      — Las hautmujeres compiten aquí? — le preguntó Miles al oficial de protocolo-. Creo que esto está dentro de su estilo.
      — Tanto que nadie podría ganarles si participaran — contestó lord Vorreedi-. No, no. Las haut tienen su propia competición anual, muy privada, en el Jardín Celestial, pero no este año, por lo menos hasta que termine el período oficial de luto.
      — Así que… estas exposiciones de las ghemujeres son… emmm, una imitación de sus hermanastras haut?
      — Ésa es la idea, sí. Ése es el estilo de este planeta.
      Las presentaciones de las ghemladies no estaban dispuestas en filas, sino por separado, cada una en su propia curva o rincón. Miles se preguntó qué tipo de discusiones se desatarían para conseguir los lugares más favorables, qué tipos de estatus y poder serían necesarios para obtener los mejores y si la competencia por los lugares podía llegar al asesinato. Al asesinato verbal seguramente, a juzgar por algunos fragmentos de conversación que alcanzó a oír entre los grupos de ghemladies que pasaban lentamente entre críticas y expresiones de admiración.
      Le llamó la atención un tanque lleno de peces. Tenían las aletas muy finas y las escamas de colores seguían el dibujo exacto de uno de los maquillajes que usaba uno de los ghem-clanes: azul brillante, amarillo, negro y blanco. Los peces giraban en una especie de gavota acuática. No era demasiado impresionante desde el punto de vista de la ingeniería genética, excepto por el hecho de que la dueña de la muestra, orgullosa y esperanzada, era una niña de apenas doce años. Parecía una mascota de las exhibiciones más serias de las damas de su clan. ¡Ya veréis dentro de seis años! decía su sonrisita infantil.
      Las rosas azules y las orquídeas negras eran tan rutinarias que sólo servían de marco para las verdaderas obras. Pasó una joven, siguiendo a sus ghempadres con un unicornio de medio metro atado a una rienda dorada. Ni siquiera era una exhibición… A diferencia de lo que pasaba en la Feria Agrícola de Hassadar, era evidente que aquí nadie se preocupaba de la utilidad. La competencia era solamente artística; la vida, el medio, la biopaleta que suministraba efectos para las obras.
      Se detuvieron junto a una especie de balcón que permitía una vista general de la ladera del jardín. Un brillo verde llamó la atención de Miles, que bajó los ojos para mirar el suelo. Un grupo de hojas y zarcillos brillantes subía en espiral por la pierna de Ivan. Unos pimpollos rojos se abrían y se cerraban lentamente, exhalando un perfume delicado y profundo; el efecto era el de una boca y, en general, no parecía una creación afortunada. Miles lo miró fascinado un buen rato antes de murmurar:
      — Ivan… no te muevas pero mira tu bota izquierda.
      Otro zarcillo se enredó lentamente alrededor de la rodilla de Ivan y empezó a subir. Ivan bajó la mirada y lanzó un juramento.
      — Qué diablos es eso? ¡Sácamelo de encima!
      — Dudo que sea venenoso — dijo el oficial de protocolo, sin mucha seguridad-. Pero tal vez sea mejor que se quede usted quieto, milord.
      — Creo… creo que es una rosa trepadora. Muy llena de vida, no les parece? — Miles sonrió y se inclinó, buscando las espinas antes de extender la mano. Tal vez eran retráctiles o algo así… El coronel Vorreedi hizo un gesto como para indicarle que no se acercara.
      Pero antes de que Miles reuniera el valor de arriesgar la piel y la sangre en el rescate, se acercó por el sendero una ghemlady regordeta con un gran cesto en el brazo.
      — ¡Ah, ahí estás, cosita mala! — exclamó-. Discúlpeme, señor. — Se dirigió a Ivan sin mirarlo mientras se arrodillaba junto a la bota y empezaba a desenredar su creación-. Lo siento… esta mañana hay demasiado nitrógeno.
      La rosa soltó el último zarcillo de la bota de Ivan con un movimiento decepcionado y la mujer la metió sin ceremonias en la canasta donde se retorcían otras fugitivas rosadas, amarillas y blancas. Después, con la mirada perdida en los rincones y bajo los bancos, la concursante se alejó a toda prisa.
      — Creo que le has gustado a esa cosa — dijo Miles a Ivan-. Feromonas?
      — Por qué no te vas a la mierda? — le susurró Ivan-. Me dan ganas de meterte a ti en nitrógeno y guardarte debajo de… Dios… qué es eso?
      Habían terminado de doblar una curva hacia un área abierta en cuyo centro se alzaba un árbol lleno de gracia, con grandes hojas peludas en forma de corazón. Tenía dos o tres docenas de ramas que se arqueaban y volvían a caer, sacudiéndose levemente con el peso de una fruta en forma de vaina que colgaba en manojos. La fruta estaba maullando. Miles e Ivan se acercaron.
      — Eso… es… horrible, claramente horrible — dijo Ivan, indignado.
      En cada vaina había un gatito encogido como un bulto, cabeza abajo, el pelaje largo, sedoso y blanco se esponjaba como un sol alrededor de la cara felina: un hermoso marco para las orejas y los bigotes y los brillantes ojos azules. Ivan levantó la mano hacia uno y tiró de la rama para examinarlo de cerca. Trató de acariciar a la criatura con cuidado; el gato lo tocó con dos suaves garras juguetonas y blancas.
      — Un gatito como éste tendría que estar jugando con un ovillo, en el césped, y no pegado a un árbol para darle unos puntos a una ghemputa… — opinó Ivan con furia. Miró a su alrededor. Por el momento estaban solos; nadie los observaba.
      — Mmmm… no estoy seguro de que estén pegados — dijo Miles-. Espera, no creo que…
      Tratar de impedir que Ivan rescatara un gatito de un árbol era tan imposible como tratar de evitar que soltara un piropo ante una mujer bonita. Para él era como un acto reflejo. Por el brillo que veía en sus ojos, era evidente que estaba decidido a liberar a todas las pequeñas víctimas para que después jugaran con las rosas trepadoras.
      Ivan arrancó la fruta de la rama. El gatito emitió un gemido, tuvo una convulsión y quedó inmóvil.
      — Gatito, gatito… — susurró Ivan, asustado, con los labios junto a la mano donde sostenía la fruta como en una copa. Un alarmante hilillo de líquido rojo corría por la muñeca del salvador desde el tallo roto.
      Miles colocó las hojas en forma de corazón alrededor del… «cadáver» le parecía la mejor palabra. La bestia no tenía cuartos traseros. Dos patas rosadas y desnudas se fundían con la vaina misma.
      — … No creo que estén maduros, Ivan…
      — ¡Eso es horrible, horrible! — jadeó Ivan furioso, pero no lo dijo en voz muy alta. Por consentimiento mutuo y sin mediar palabra, se alejaron silenciosamente del árbol gato y doblaron otra curva. Ivan miró frenético a su alrededor, buscando un lugar para dejar el pequeño cadáver y poner distancia entre él y su pecado-. ¡Grotesco!
      Miles contestó, pensativo:
      — Ah, no estoy seguro. Si te paras a pensarlo, no es más grotesco que el método primitivo. Quiero decir, alguna vez has visto una gata dando a luz?
      Ivan se cubrió una mano con la otra y lo miró, furioso. El oficial de protocolo estudió el horror de lord Vorpatril con una mezcla de exasperación y simpatía. Miles pensó que si Vorreedi hubiera conocido a Ivan a fondo, la proporción entre la primera emoción y la segunda habría sido distinta, pero Vorreedi se limitó a decir:
      — Milord… desea usted que yo me encargue de eso… discretamente?
      — Ah, sí, sí, por favor — dijo Ivan, muy aliviado-. Si no es molestia… — Puso la vaina inerte sobre la mano del oficial de protocolo, que la escondió dentro de un pañuelo y se la guardó en el bolsillo.
      — Quédense aquí. Enseguida vuelvo — dijo y se alejó a destruir la evidencia del crimen.
      — Excelente, Ivan — gruñó Miles-. Espero que a partir de ahora mantengas las manos en los bolsillos.
      Ivan se limpió la sustancia pegajosa que le cubría la palma con el pañuelo, escupió sobre la mano y volvió a sacudirla. Fuera, fuera, mancha maldita…
      — No empieces a hacer ruiditos como mi madre. No ha sido culpa mía… Las cosas eran un poco más complicadas de lo que yo suponía. — Ivan se metió el pañuelo en el bolsillo y miró a su alrededor, con el ceño fruncido-. Todo esto no me gusta nada. Quiero volver a la embajada.
      — Tienes que quedarte hasta que yo me encuentre con mi contacto.
      — Y cuándo piensas que…?
      — Pronto, creo yo.
      Caminaron juntos, despacio, hasta el final del pasillo donde otro pequeño balcón ofrecía una vista de la siguiente sección.
      — Mierda — dijo Ivan.
      — Qué? — preguntó Miles, rastreando con la mirada. Se estiró de puntillas pero no consiguió ver el lugar que había suscitado la protesta de su primo.
      — Nuestro amiguito Yenaro está aquí. Dos niveles más abajo, hablando con unas mujeres…
      — Podría… podría ser una simple coincidencia. Este lugar está lleno de ghemlores: esta tarde entregan los premios. Un galardón en esta, competición implica un honor para el clan y naturalmente los hombres quieren estar presentes. Este tipo de… cosa artística seguramente les gusta mucho, está dentro de sus fantasías, supongo.
      Ivan levantó la ceja.
      — Quieres apostar?
      — No.
      Ivan suspiró.
      — No creo que haya forma de tomar la iniciativa.
      — No sé. Pero mantén los ojos bien abiertos…
      — Claro.
      Miraron a su alrededor. Una ghemlady madura y digna se les acercaba por el sendero. Dirigió a Miles un gesto de reconocimiento casi amistoso. Abrió la palma de la mano y le mostró un pesado anillo con el dibujo del pájaro en filigrana. Estaba lleno de códigos complejos.
      — Ahora? — preguntó Miles con tranquilidad.
      — No. — Su voz bien modulada tenía un tono agudo, pero no chillón—. Dentro de media hora, en la entrada oeste.
      — Tal vez no pueda ser muy puntual.
      — No importa. Le esperaré — dijo ella y siguió adelante.
      — Mierda — dijo Ivan, después de un momento de silencio-. De verdad piensas hacerlo? Ten mucho cuidado, me oyes?
      — Ah, sí.
      Al parecer, el oficial de protocolo se estaba tomando todo el tiempo del mundo para encontrar la unidad de eliminación de basura más cercana, pensó Miles. Pero justo cuando se estaba poniendo nervioso y pensaba en ir a buscarlo él mismo, Vorreedi reapareció caminando hacia ellos con rapidez. La sonrisa de bienvenida que les dirigió parecía un poco forzada.
      — Señores — dijo-. Ha surgido un imprevisto. Voy a tener que abandonarles por un rato. Quédense juntos y no salgan de este edificio, por favor.
      Perfecto. Tal vez,
      — Qué clase de imprevisto? — preguntó Miles-. Hemos visto a Yenaro.
      — El bromista? Sí. Sabemos que está aquí. Mis analistas lo consideran más una molestia que un auténtico peligro. Tengo que dejarlos. Defiéndanse de él como puedan. Pero mi hombre de perímetro, uno de los más inteligentes que tengo, ha descubierto a otro individuo. Un profesional.
      En ese contexto, la palabra profesional significaba asesino profesional o algo por el estilo. Miles hizo un gesto de comprensión. Él también estaría alerta.
      — No sabemos por qué está aquí — siguió explicando Vorreedi-. He pedido refuerzos, y ya están en camino. Mientras tanto, nos proponemos… bueno, dejarnos caer por ahí, sorprenderlo y tener una charla…
      — La pentarrápida es ilegal aquí para los cuerpos que no pertenecen a la policía y los imperiales… no es cierto?
      — Dudo que esta persona quiera presentar una queja a las autoridades — murmuró Vorreedi, con una sonrisa levemente siniestra.
      — Diviértase, señor.
      — Tengan cuidado. — El oficial de protocolo hizo un gesto con la cabeza y se alejó despacio, como si no tuviera un destino fijo.
      Miles e Ivan siguieron caminando y se detuvieron para admirar unas flores — con raíces— que tenían aspecto de sentirse menos inseguras sobre su pertenencia al reino vegetal. Miles contaba los minutos mentalmente. Si se separaba de su primo al cabo de unos minutos, se encontraría con su contacto justo a tiempo.
      — Bueno, bueno, hola, encanto — chilló una voz musical a sus espaldas.
      Ivan giró en redondo un segundo antes que Miles. Lady Arvin y lady Benello estaban de pie en el sendero con los brazos enlazados. Se separaron y… a Miles le pareció que la palabra correcta era fluyeron a ambos lados de Ivan.
      — Encanto? — murmuró Miles, divertido.
      Ivan le dedicó una mirada furiosa antes de volverse hacia sus conocidas.
      — Supimos que estaba usted aquí, lord Ivan — siguió diciendo la rubia, lady Arvin. La alta lady Benello asintió y la cascada de sus rizos ámbar se sacudió con el movimiento-. Qué tiene usted pensado para más tarde?
      — Ah… no tengo planes… — dijo Ivan, con la cabeza siempre en movimiento mientras trataba de dividir su atención en dos mitades exactas.
      — Aaahhh — suspiró lady Arviri-. Tal vez entonces acceda a cenar con nosotros, en mi casa.
      Lady Benello la interrumpió.
      — O, si no está de humor para la ciudad, conozco un sitio no muy lejos, un lago. Cada cliente recibe una islita propia y se le sirve un picnic… al aire libre. Es muy, muy privado.
      Las dos mujeres sonrieron; se repelían mutuamente. Ivan tenía aspecto de presa.
      — No sé si sabré decidir — contemporizó.
      — Venga a ver las obras de la hermana de lady Benello mientras lo piensa, lord Ivan — sugirió lady Arvin, con ecuanimidad.
      Su mirada reparó en Miles-. Ah, usted también, lord Vorkosigan. No estamos prestando la debida atención al huésped más importante, creo yo. Ya hablamos de ese tema, sabe?, y después de discutirlo, llegamos a la conclusión de que tal vez tendremos que lamentarlo. — Apretó la mano sobre el brazo de Ivan y giró para dirigir a su compañera una sonrisa radiante, muy significativa-. Esa podría ser la solución del dilema de lord Ivan.
      — — En la oscuridad todos los gatos son pardos? — murmuró Miles-. O todos los barrayareses?
      Ivan esbozó una mueca: le había molestado la referencia a los felinos. Lady Arvin parecía perpleja, pero Miles tuvo la desagradable sensación de que la pelirroja entendía la broma. Entendiera o no, se desprendió de Ivan — el brillo en los ojos de lady Arvin, era una mueca de triunfo?— y se volvió hacia Miles.
      — Claro, lord Vorkosigan. Usted sí tiene planes?
      — Me temo que sí — dijo Miles con una pena no del todo fingida-. En realidad, tengo que irme en este mismo instante.
      — Ahora? Ah, vamos, por lo menos, venga a ver la exposición de mi hermana. — Lady Benello no le dio el brazo pero estaba dispuesta a caminar a su lado aunque eso dejara a su rival en posesión temporal de Ivan.
      Tiempo. No estaría mal darle al oficial de protocolo unos minutos más para concentrarse en su misión. Miles sonrió y dejó que lo arrastraran con el grupo. Lady Arvin abría la comitiva, llevando a Ivan como a un prisionero. A la pelirroja le faltaba la delicadeza de porcelana de la haut Rian. Pero, por otra parte, no era tan… imposible. Lo difícil lo hacemos enseguida. Lo imposible lleva más tiempo…
      Basta. Estas mujeres están usándonos y tú lo sabes, muchacho.
      Ah. Dios, quiero que me usen, quiero que me usen…
      Vamos, vamos, Miles, concéntrate.
      Recorrieron el sendero y bajaron un nivel más. Lady Arvin giró hacia un pequeño espacio abierto resguardado por árboles en macetas. Tenían las hojas brillantes, como joyas, pero eran sólo un marco para lo que había en el centro del círculo. La obra principal era un poco confusa, desde el punto de vista artístico. Parecía estar compuesta de tres rollos de brocado que formaban suaves espirales desde lo alto de un poste de la altura de un hombre hasta la alfombra. La alfombra, densa, circular, era un eco de los verdes de los árboles, en un esquema complejo y abstracto.
      — Alerta — murmuró Ivan.
      — Ya lo he visto — jadeó Miles.
      Lord Yenaro, de negro, sonriente, estaba sentado en uno de los pequeños bancos curvos que enmarcaban el lugar.
      — Dónde está Veda? — preguntó lady Benello.
      — Acaba de salir — dijo Yenaro mientras se levantaba y saludaba a todos.
      — Lord Yenaro ayudó un poquito a mi hermana Veda en su trabajo para la exposición confesó lady Benello a Ivan y Miles.
      — Ah, sí? — dijo Miles, mirando a su alrededor y preguntándose dónde estaría la trampa esa vez. No la veía-. Y… de qué se trata esto?

  • Ñòðàíèöû:
    1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20