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Barrayar (íà èñïàíñêîì)

ModernLib.Net / Bujold Lois McMaster / Barrayar (íà èñïàíñêîì) - ×òåíèå (ñòð. 16)
Àâòîð: Bujold Lois McMaster
Æàíð:

 

 


      — Se lo agradecería, señor.
      — Conversaremos sobre la fatalidad del tiempo. Y sobre los defectos de un potencial comandante que basa toda su estrategia en un asesinato, aunque luego no logra llevarlo a cabo. — Kanzian frunció el ceño -. No está muy bien pensada si un solo suceso puede cambiar el resultado de la guerra. Vordarian siempre ha tendido a precipitarse.
      Cordelia miró a Illyan.
      — Simón, mientras se encontraba atrapado en Vorbarr Sultana, ¿recibió alguna información sobre lo que ocurre en el Hospital Militar? ¿En el laboratorio de Henri y Vaagen? — ¿ Sobre mi hijo?
      Él sacudió la cabeza con pesar.
      — No, señora. — Illyan alzó la vista hacia Vorkosigan -. Señor, ¿es cierto que el capitán Negri ha muerto? Sólo lo hemos oído en rumores y en las emisiones propagandistas de Vordarian. Aunque podría ser una mentira.
      — Por desgracia, Negri está muerto — dijo Vorkosigan.
      Illyan se enderezó en su silla, alarmado.
      — ¿Y el emperador también?
      — Gregor se encuentra a salvo.
      Illyan volvió a relajarse.
      — Gracias a Dios. ¿Dónde está?
      — En alguna parte — respondió Vorkosigan en tono cortante.
      — Oh. Sí, claro, señor. Le ruego que me disculpe.
      — En cuanto haya pasado por la enfermería y por la ducha, Simón, tengo algunas tareas de limpieza interna para usted — continuó Vorkosigan -. Quiero saber exactamente cómo fue que Seguridad Imperial se vio sorprendida por el golpe de Vordarian. No tengo intención de difamar a los muertos (y Dios sabe que el hombre pagó por sus errores) pero el antiguo sistema de Negri para dirigir Seguridad Imperial, con todas sus pequeñas células secretas compartidas únicamente por Ezar, debe volver a estructurarse desde la base. Hay que revisar cada componente y cada hombre antes de volver a organizarlo. Ésa será su primera tarea como jefe de Seguridad Imperial, capitán Illyan.
      El rostro pálido y fatigado de Illyan cobró un tinte verdoso.
      — Señor… ¿usted quiere que ocupe el puesto de Negri?
      — Primero debe ordenarlo todo — le advirtió Vorkosigan con frialdad -. Y sin tardanza. No puedo representar al emperador antes de que Seguridad Imperial esté en condiciones de custodiarlo.
      — Sí, señor. — La voz de Illyan estaba ahogada por la sorpresa.
      Kanzian se levantó, rechazando la ayuda de un preocupado oficial. Aral apretó la mano de Cordelia bajo la mesa y se puso en pie para acompañar al nuevo núcleo de su Estado Mayor. Al salir, Kou se inclinó hacia Cordelia y le susurró:
      — Las cosas van mejorando, ¿eh?
      Ella lo miró con una sonrisa triste. Las palabras de Vorkosigan resonaron en su cabeza. Cuando la deserción de hombres alcance un punto crítico y Vordarian se sienta invadido por el pánico…
      Poco a poco, a medida que transcurría la semana, fue aumentando la cantidad de refugiados que llegaba a la base Tanery. Después de Kanzian, lo más espectacular fue la huida del primer ministro Vortala del arresto domiciliario a que lo había sometido Vordarian. Llegó con varios hombres heridos y un relato espeluznante de sobornos, mentiras, persecuciones y tiroteos. Dos ministros imperiales de menor importancia también llegaron a la base, uno de ellos a pie. El ánimo general iba mejorando con cada aparición importante; la atmósfera de la base se volvió eléctrica al acercarse el momento de la acción. En los pasillos ya no se preguntaba «¿quién ha llegado?» sino «¿quién ha llegado hoy?». Cordelia trató de parecer animada por todos aquellos sucesos, ocultando sus temores para sí misma. Vorkosigan parecía cada vez más complacido y más tenso al mismo tiempo.
      Tal como le habían indicado, Cordelia se dedicó a descansar en las habitaciones de Vorkosigan. Muy pronto se sintió con suficiente energía para comenzar a golpear las paredes. Entonces intentó variar la prescripción con algunos ejercicios y flexiones (aunque prefirió evitar los abdominales). Se encontraba considerando la posibilidad de unirse a Bothari en el gimnasio, cuando la consola zumbó.
      El rostro aprensivo de Koudelka apareció en la pantalla.
      — Señora, el regente solicita que se reúna con él en la Sala de Reuniones Siete. Ha recibido algo que quiere que usted vea.
      Cordelia notó un nudo en el estómago.
      — Está bien. Ya voy.
      En la Sala de Reuniones Siete había varios hombres congregados alrededor de una videoconsola, debatiendo en voz baja. Varios oficiales, Kanzian, el ministro Vortala. Vorkosigan la miró y le dirigió una sonrisita forzada.
      — Cordelia, me gustaría que me dieras tu opinión sobre una cosa que hemos recibido.
      — Muy halagador, pero… ¿qué clase de cosa?
      — El último informe especial de Vordarian tiene un nuevo giro. Kou, vuelve a pasar el vídeo, por favor.
      Las emisiones propagandistas de Vordarian solían ser objeto de burlas por parte de los hombres de Vorkosigan. En esta ocasión sus rostros reflejaban más gravedad.
      Vordarian apareció en uno de los salones de la Residencia Imperial, el formal y sereno Salón Azul. Ezar
      Vorbarra solía realizar sus raras declaraciones públicas desde ese lugar. Vorkosigan frunció el ceño.
      Vordarian estaba sentado, vestido con su uniforme de gala, sobre un sofá de seda color marfil. La princesa Kareen estaba a su lado. Tenía el cabello recogido por medio de unas peinetas con incrustaciones de joyas. Llevaba un impresionante vestido negro, serio y formal.
      Vordarian sólo pronunció una pocas palabras vehementes, solicitando la atención de los espectadores. En el vídeo apareció la gran cámara del Consejo de Condes en el castillo Vorhartung. La cámara se acercó a un primer plano del lord Guardián de los Portavoces, vestido con todas sus galas reales. A juzgar por sus repetidas miradas en una dirección concreta, aparte de la cámara debía haber alguna otra cosa apuntada a la cabeza del lord Guardián. Cordelia imaginó a un hombre con un arma mortal, o tal vez todo un pelotón, en ese punto invisible para ellos.
      El lord Guardián alzó un telegrama plástico y comenzó:
      «Cito textualmente: debido al…» — ¡ Ah, muy hábil! — murmuró Vortala. Koudelka detuvo el vídeo para decir: — ¿Perdón, ministro?
      — Eso de «cito textualmente»… acaba de distanciarse de las palabras que está a punto de leer en ese telegrama. La primera vez no me fijé. Bien, Georgos, bien — dijo Vortala a la figura paralizada -. Adelante, teniente. No pretendía interrumpir.
      La imagen del holovídeo continuó: «… vil asesinato del niño emperador Gregor Vorbarra, y a la traición de sus sagrados votos por parte del usurpador Vorkosigan, el Consejo de Condes declara al falso regente un traidor, lo degrada, lo despoja de sus poderes y lo considera proscrito. En este día, el Consejo de Condes confirma al conde comodoro Vidal Vordarian como Primer Ministro y regente en actividad para la princesa viuda Kareen Vorbarra, conformando un gobierno interino de emergencia hasta que se encuentre un nuevo heredero confirmado por el Consejo de Condes y el Consejo de Ministros en una asamblea plenaria.»
      Continuó con otras cuestiones legales mientras la cámara recorría la habitación.
      — Congele la imagen, Koudelka — pidió Vortala, y movió los labios mientras contaba -. ¡Ja! Ni siquiera un tercio se encuentra presente. Ni siquiera se acerca al quorum. ¿A quién cree que engaña?
      — Un hombre desesperado, unas medidas desesperadas — murmuró Kanzian mientras Koudelka pulsaba el control del holovídeo.
      — Mira a Kareen — indicó Vorkosigan a Cordelia.
      La imagen regresó a Vordarian y la princesa. Vordarian continuó con un discurso tan hipócrita que Cordelia necesitó unos momentos para descifrar que con la expresión «protector personal» Vordarian estaba anunciando un compromiso de matrimonio. Su mano se cerró sobre la de Kareen, aunque continuó mirando a la cámara. Ella alzó la mano para recibir un anillo, sin alterar su expresión serena. El vídeo terminaba con una música solemne. Fin. Afortunadamente les habían ahorrado cualquier comentario postmórtem; por lo visto, nadie preguntaba nada a los barrayareses de la calle hasta que los disturbios se hacían tan ruidosos que nadie se atrevía a ignorarlos.
      — ¿Cómo analizarías la reacción de Kareen? — le preguntó Aral a Cordelia.
      Ella alzó las cejas.
      — ¿Qué reacción? ¿Cómo analizarla? ¡No dijo ni una palabra!
      — Precisamente. ¿Te pareció que estaba drogada? ¿O bajo coacción? ¿Contaba con su consentimiento? ¿Han logrado engañarla cor la propaganda de Vordarian o qué? — Frustrado, Vorkosigan observó la pantalla vacía -. Kareen siempre ha sido reservada, pero ésta ha sido la actuación más impenetrable que jamás haya visto.
      — Páselo otra vez, Kou — dijo Cordelia. Hizo que se detuviera en las mejores tomas de Kareen. Estudió su rostro con la imagen congelada, apenas menos animado que cuando estaba en movimiento -. No parece aturdida ni bajo el efecto de un sedante. Y no mira a un lado como el Portavoz.
      — ¿Nadie la amenaza con un arma? — preguntó Vortala.
      — O tal vez simplemente no le importe — sugirió Cordelia.
      — ¿Consentimiento o compulsión? — repitió Vorkosigan.
      — Tal vez ninguna de las dos cosas. Se ha enfrentado a esta clase de disparates durante toda su vida adulta… ¿qué esperáis de ella? Sobrevivió a tres años de matrimonio con Serg, antes de que Ezar la amparara. Tuvo que ser una verdadera experta en saber qué cosas debía callar y cuándo hacerlo.
      — Pero someterse públicamente a Vordarian… si lo considera responsable por la muerte de Gregor…
      — Sí, ¿qué cree ella? Si realmente piensa que su hijo está muerto (aunque no crea que tú lo hayas matado), entonces sólo queda velar por su propia supervivencia. ¿Para qué arriesgarla por una futilidad dramática, si eso no ayudaría a Gregor? ¿Qué te debe ella a ti, a todos nosotros en realidad? Por lo que ella sabe, le hemos fallado.
      Vorkosigan esbozó una mueca de disgusto. Cordelia continuó.
      — Vordarian ha estado controlando su acceso a la información, sin duda. Hasta puede haberla convencido de que está triunfando. Ella es una superviviente; hasta el momento ha logrado sobrevivir a Serg y a Ezar. Tal vez se proponga sobreviviros a ti y a Vordarian también. Quizá crea que su única venganza sea vivir lo suficiente para escupir sobre las tumbas de todos vosotros.
      Uno de los oficiales de estado murmuró:
      — Pero es una Vor. Su obligación era oponerse a él.
      Cordelia lo favoreció con una sonrisa radiante.
      — Oh, pero nunca se sabe lo que piensa una mujer barrayaresa por lo que dice delante de los hombres. Aquí la sinceridad no es particularmente apreciada, ¿sabe?
      El hombre le dirigió una mirada inquieta. Drou esbozó una sonrisa amarga. Vorkosigan emitió una risita. Koudelka parpadeó.
      — Entonces, Vordarian se ha cansado de esperar y se designa regente a sí mismo — murmuró Vortala.
      — Y Primer Ministro — señaló Vorkosigan.
      — Está ansioso.
      — ¿Por qué no ha tratado de conseguir directamente el imperio? — preguntó el oficial.
      — Está tanteando el terreno — le respondió Kanzian.
      — Figura más adelante en el guión — opinó Vortala.
      — O tal vez antes, si lo forzamos un poco — sugirió Kanzian -. El último paso fatal. Debemos considerar la posibilidad de empujarlo un poco.
      — No podremos esperar mucho más — dijo Vorkosigan con firmeza.
      El rostro espectral de Kareen permaneció fijo en la mente de Cordelia todo ese día, y regresó cuando despertó a la mañana siguiente. ¿Qué pensaba Kareen? ¿Qué sentía, en realidad? Tal vez estaba aturdida, tal como sugería la evidencia. Tal vez esperaba una oportunidad. Tal vez se había entregado a Vordarian.
      Si supiera en qué creía, sabría lo que está haciendo. Si supiera qué estaba, haciendo, sabría en qué cree. Demasiadas incógnitas en esta ecuación. Si yo fuera Kareen… ¿Ésta sería una analogía válida? ¿Cordelia podía comparar su razonamiento con el de otra persona? ¿Podía hacerlo alguien? Ella y la princesa se parecían en algunas cosas: ambas eran mujeres de edades similares, madres de hijos en peligro… Cordelia cogió el zapato de Gregor que estaba entre sus escasas pertenencias montañesas y empezó a darle vueltas. Mamá tiró para que fuese con ella, y entonces fue cuando perdí mi zapato. Ella se lo quedó en la mano. Tendría que haberlo atado más fuerte… Tal vez debiese confiar en su propio criterio. Tal vez supiese exactamente lo que pensaba Kareen.
      Cuando la consola zumbó, cerca de la hora en que lo había hecho el día anterior, Cordelia corrió a responder. ¿Un nuevo mensaje de la capital, una nueva evidencia, algo para quebrar ese círculo irracional? Pero el rostro que se materializó en la pantalla no fue el de Koudelka, sino el de un desconocido, con una insignia de Inteligencia en el cuello.
      — ¿Señora Vorkosigan? — comenzó con deferencia.
      — ¿Sí?
      — Soy el mayor Sircoj, oficial de servicio en la entrada principal. Mi tarea es examinar a cada persona nueva que llega, hombres que han abandonado unidades traidoras para unirse a nosotros, y registrar cualquier nueva información que hayan traído. Hace media hora apareció un hombre que afirma haber escapado de la capital, pero se niega a someterse a un interrogatorio voluntario. Hemos confirmado su afirmación de que ha sido condicionado para rechazar el pentotal… si tratamos de inyectarlo, lo mataremos. Él insiste en hablar con usted. Podría ser un asesino.
      El corazón de Cordelia comenzó a latir con fuerza.
      Se inclinó hacia el holovídeo como si hubiese podido meterse en él.
      — ¿Trae algo consigo? — preguntó con agitación -. ¿Algo como una caja de medio metro de altura, con muchas luces parpadeantes? ¿Algo misterioso capaz de poner nervioso a cualquier guardia? ¡Su nombre, mayor!
      — Solamente trae las ropas que lleva puestas. No se encuentra en muy buena forma. Se llama Vaagen. Capitán Vaagen.
      — Iré ahora mismo.
      — ¡No, señora! El hombre prácticamente delira. Podría ser peligroso. No puedo permitir que…
      Ella lo dejó hablando en una habitación vacía. Droushnakovi tuvo que correr para alcanzarla. Cordelia llegó a las oficinas de seguridad en la entrada principal en menos de siete minutos, y se detuvo en el pasillo para recuperar el aliento. Para recuperar el alma, que deseaba salir volando por su boca. Calma. Calma. Al parecer los desvaríos no eran el mejor modo de aproximarse a Sircoj.
      Cordelia alzó el mentón y entró en la oficina.
      — Diga al mayor Sircoj que la señora Vorkosigan se encuentra aquí para verlo — ordenó al secretario, quien alzó las cejas impresionado y se inclinó sobre su consola.
      Sircoj tardó lo que a Cordelia le parecieron interminables minutos en aparecer. Finalmente abrió una puerta.
      — Debo ver al capitán Vaagen.
      — Señora, podría ser peligroso. — Sircoj comenzó exactamente donde ella lo había interrumpido -. Podría estar programado de algún modo imprevisto.
      Cordelia consideró la posibilidad de cogerlo por el cuello y apretar hasta que entrara en razón, pero no le pareció práctico. Respiró hondo.
      — ¿Qué me permitirá hacer? ¿Al menos puedo verlo por vídeo?
      Sircoj pareció pensativo. — Eso estaría bien. Sí, de acuerdo. La llevó a otra habitación y encendió un monitor. Ella exhaló con un pequeño gemido.
      Vaagen estaba solo en una sala de espera, caminando de una pared a la otra. Vestía el pantalón verde de su uniforme y una camisa blanca muy sucia. No se parecía en nada al científico apuesto y enérgico que ella había visto por última vez en el laboratorio del hospital. Tenía unas marcas violetas alrededor de los ojos, y uno de sus párpados estaba muy hinchado. Caminaba completamente encorvado. Sucio, agotado, con los labios hinchados…
      — ¡Llamen a un médico para ese hombre! — Cordelia comprendió que había gritado al ver que Sircoj saltaba.
      — Ya lo han examinado. Su vida no corre peligro. Podremos comenzar a tratarlo en cuanto haya pasado las pruebas de seguridad — se obstinó Sircoj.
      — Entonces, comuníquelo conmigo — dijo Cordelia con los dientes apretados -. Drou, ve a llamar a Aral. Dile lo que está ocurriendo.
      Sircoj pareció preocupado al oír sus palabras, pero se aferró con valentía a sus procedimientos. Más segundos interminables mientras alguien se acercaba al prisionero y lo llevaba a una consola.
      Al fin su rostro apareció en la pantalla; Cordelia pudo ver sus propios ojos reflejados en la apasionada intensidad de los de Vaagen. Comunicados al fin.
      — ¡Vaagen! ¿Qué ha ocurrido?
      — ¡Señora!
      — Apretó sus manos temblorosas -. Esos idiotas, esos estúpidos ignorantes… — balbuceó, pero entonces contuvo el aliento y volvió a comenzar de forma rápida y concisa, como si temiese que lo privasen de su imagen en cualquier momento -. Al principio pensamos que estaríamos bien. Ocultamos la réplica en el Hospital Militar, pero nadie vino a buscarlo. Permanecimos escondidos, turnándonos para dormir en el laboratorio. Entonces Henri logró sacar a su esposa de la ciudad, y ambos permanecimos allí. Tratamos de continuar los tratamientos en secreto. Pensamos que lograríamos aguantar hasta que viniesen a rescatarnos. El desenlace tenía que llegar, de un modo o de otro…
      »Casi habíamos dejado de esperarlos, pero al fin llegaron. Fue… ayer. — Se pasó una mano por el cabello como si buscara alguna conexión entre el tiempo verdadero y el tiempo de la pesadilla, donde los relojes enloquecían -. La patrulla de Vordarian. Vinieron a buscar la réplica. Nosotros cerramos el laboratorio, pero ellos entraron por la fuerza. Nos exigieron que la entregáramos. Nos negamos… nos negamos a hablar, y no podían inyectarnos a ninguno de los dos. Por lo tanto, nos golpearon. A él lo mataron a golpes, como a una escoria de la calle, como si no fuese nadie… toda esa inteligencia, toda esa educación, toda esa promesa desperdiciada, aplastada por un retrasado mental que lo golpeaba con la culata de un arma… — Las lágrimas corrían por su rostro. Cordelia permaneció pálida y petrificada, sufriendo un fuerte deja vu imperfecto. Había imaginado mil veces la escena del laboratorio, pero nunca había visto al doctor Henri muerto en el suelo, ni a Vaagen desmayado a golpes.
      — Entonces irrumpieron en el laboratorio. Todo, todos los informes de tratamientos. Todo el trabajo de Henri sobre quemaduras… ha desaparecido. No tenían por qué hacer eso. ¡Todo ha desaparecido por nada! — Su voz se quebró, ronca de furia.
      — ¿Y… y encontraron la réplica? ¿La vaciaron? — Cordelia podía verlo; lo había imaginado una y mil veces, volcándose…
      — Al fin la encontraron. Pero se la llevaron. Y entonces me dejaron en libertad. — Vaagen sacudió la cabeza.
      — Se la llevaron — repitió Cordelia con estupor. ¿Por qué? ¿Qué sentido tenía llevarse la tecnología sin los técnicos? -. Y lo dejaron en libertad para que corriera a nosotros, supongo. Para que nos trajera la noticia.
      — Exactamente, señora.
      — ¿Adonde cree que la llevaron?
      La voz de Vorkosigan habló a su lado.
      — A la Residencia Imperial, probablemente. Los mejores rehenes se encuentran allí. Haré que comiencen a trabajar en ello. — Permaneció con los pies plantados en el suelo, y el rostro gris -. Parece que no somos el único bando que incrementa la presión.

15

      Dos minutos después de que Vorkosigan llegara a la entrada principal de seguridad, tendieron al capitán Vaagen sobre una camilla flotante y lo enviaron camino a la enfermería, mientras se solicitaba la presencia del traumatólogo principal de la base. Cordelia reflexionó amargamente sobre la naturaleza de la cadena de mando; todas las verdades, las razones y las necesidades apremiantes no alcanzaban para que alguien ajeno a esa cadena impartiese una orden ocasional.
      Cualquier otro interrogatorio al científico debería aguardar a que hubiese recibido tratamiento médico. Vorkosigan empleó el tiempo para informar a Illyan y a su departamento sobre el nuevo problema. Cordelia en cambio sólo pudo distraerse caminando en círculos por la sala de espera de la enfermería. Droushnakovi la observó preocupada, aunque no cometió la tontería de ofrecerle palabras de consuelo que ambas sabían absurdas.
      Al fin el traumatólogo apareció para anunciar que Vaagen estaba consciente, y que se encontraba lo bastante orientado como para someterse a un breve — enfatizó la palabra «breve» — interrogatorio. Aral llegó, seguido por Koudelka e Illyan, y todos entraron en la habitación para encontrar a Vaagen en una cama, con un parche en el ojo y conectado a una sonda.
      La voz ronca y fatigada de Vaagen añadió algunos detalles espeluznantes, pero nada que cambiara trascendentalmente el primer resumen que había ofrecido a Cordelia.
      Illyan lo escuchó con mucha atención.
      — Nuestra gente de la Residencia lo ha confirmado — dijo cuando Vaagen guardó silencio, deprimido -. Al parecer la réplica llegó ayer, y la han instalado en el ala más custodiada, cerca de las habitaciones de Kareen. Nuestros partidarios no saben qué es, y suponen que se trata de algún tipo de artefacto, tal vez una bomba, para destruir la Residencia con todos sus habitantes en la batalla final.
      Vaagen emitió un gruñido, tosió y esbozó una mueca de dolor.
      — ¿Alguien la está cuidando? — Cordelia formuló la pregunta que, hasta el momento, nadie había formulado -. ¿Un médico, un técnico, alguien?
      Illyan frunció el ceño.
      — No lo sé, señora. Puedo tratar de averiguarlo, pero con cada comunicación pongo en peligro a nuestra gente de allí
      — Hum.
      — De todos modos, el tratamiento ha sido interrumpido — murmuró Vaagen mientras jugueteaba con el borde de la sábana -. Se ha ido al diablo.
      — Tengo entendido que ha perdido sus notas, pero… ¿podría reconstruir su trabajo? — preguntó Cordelia tímidamente -. Quiero decir… si recuperara la réplica. ¿Podría empezar donde lo dejó?
      — Para cuando lográramos recuperarla, ya no estaría donde lo dejamos. Y yo no llevaba todo el asunto. Una parte era responsabilidad de Henri.
      Cordelia respiró hondo.
 
      — Según recuerdo, estas réplicas portátiles de Escobar cumplían un ciclo de dos semanas. ¿Cuándo cargó por última vez la energía? ¿Cuándo cambió los filtros e introdujo los nutrientes?
      — La célula de energía tiene carga para varios meses — la corrigió Vaagen -. Con los filtros habrá más problemas. De todas formas, la solución nutriente será el primer factor limitativo. A su ritmo metabólico estimulado, el feto moriría de hambre un par de días antes de que el sistema quedase obturado por los excrementos. Aunque una avería en los mecanismos podría causar la obturación mucho antes.
      Cordelia evitó la mirada de Aral y continuó con la vista fija en Vaagen, quien la miraba con su único ojo sano y transmitía un dolor que iba más allá de lo físico.
      — ¿Cuándo fue la última vez que usted y Henri realizaron el servicio de la réplica?
      — El catorce.
      — Quedan seis días — susurró Cordelia, consternada.
      — Respecto… a eso. ¿Qué día es hoy? — A Cordelia le dolió el corazón al ver que ese hombre, habitualmente tan seguro de todo, miraba a su alrededor, desorientado.
      — El límite de tiempo sólo se aplica si nadie le está brindando los cuidados precisos — intervino Aral -. El médico de la Residencia, el que atiende a Kareen y a Gregor… ¿no notará que se requieren sus servicios?
      — Señor — dijo Illyan -, se nos ha informado de que el médico de la Princesa murió en el primer día de luchas en la Residencia. Ya he tenido dos confirmaciones… debo considerarlo un dato cierto.
      — Podían dejar morir a Miles por pura ignorancia — comprendió Cordelia -. O matarlo intencionadamente. — Incluso uno de sus partidarios secretos, guiado por la heroica intención de desactivar una bomba, podía ser una amenaza para su hijo.
      Vaagen se retorció entre las sábanas. Aral miró a Cordelia y le hizo una seña para que se dirigiese a la puerta.
      — Gracias, capitán Vaagen. Nos ha brindado un extraordinario servicio. Más allá de su deber.
      — A la mierda con el deber — murmuró Vaagen -. Se ha ido al carajo… malditos ignorantes…
      Todos se fueron para permitir que Vaagen iniciase su recuperación, y Vorkosigan pidió a Illyan que fuese a ocuparse de sus múltiples tareas.
      Cordelia se dirigió a Aral.
      — ¿ Y ahora, qué?
      Él tenía la boca tensa y la mirada algo ausente mientras su mente realizaba cálculos. Los mismos que efectuaba ella, comprendió Cordelia, complicados por mil factores más debido a su posición.
      — En realidad nada ha cambiado — dijo él lentamente.
      — Sí ha cambiado: me parece que hay alguna diferencia entre estar oculto y ser un prisionero. ¿Pero por qué Vordarian esperó hasta ahora para capturarlo? Si no conocía la existencia de Miles, ¿quién se lo dijo? ¿Kareen tal vez, decidida a cooperar?
      Droushnakovi pareció desalentada ante esta sugerencia.
      — Tal vez Vordarian esté jugando con nosotros — dijo Aral -. Quizás haya estado manteniendo la réplica en reserva desde el principio, hasta el momento en que más necesitase un nuevo recurso.
      — Nuestro hijo. En reserva — le corrigió Cordelia. Miró esos ausentes ojos grises. ¡Mírame Aral! -. Debemos hablar de esto.
      Lo condujo por el pasillo hasta la habitación más cercana, una sala de conferencias para médicos, y encendió las luces. Obedientemente, él se sentó a la mesa, con Kou a su lado, y la esperó. Cordelia se sentó frente a él.
      Antes siempre nos sentábamos juntos. Drou permaneció tras ella.
      Aral la miró con cautela.
      — ¿Sí, Cordelia?
      — ¿Qué está pasando por tu cabeza? — le preguntó -. ¿Dónde estamos nosotros en todo esto?
      — Yo… lo siento. Me arrepiento de no haber ordenado antes una incursión. Ahora la Residencia es una fortaleza mucho más protegida que el hospital, por más peligroso que fuera éste. Sin embargo… no pude cambiar esa decisión. Mientras le pedía a mi propia gente que esperase y resistiese, no podía arriesgar hombres y gastar recursos para mi propio beneficio. La… posición de Miles me concedía el derecho de exigir su lealtad a pesar de las presiones de Vordarian. Sabían que no les pedía ningún riesgo que yo mismo no estuviese dispuesto a afrontar.
      — Pero ahora la situación ha cambiado — le señaló Cordelia -. Ahora tú no compartes los mismos riesgos. Sus familiares disponen de todo el tiempo que quieran. Miles sólo tiene seis días, menos el tiempo que dedicamos a discutir. — Podía sentir el tictac de ese reloj en su cabeza.
      Él no dijo nada.
      — Aral… desde que estamos aquí, ¿te he pedido que me hicieras algún favor utilizando tus poderes oficiales?
      Una sonrisa curvó los labios de Vorkosigan y desapareció. Ahora sus ojos la miraban profundamente.
      — Nada — le susurró. Ambos permanecieron muy tensos, inclinados uno hacia el otro. Él tenía los codos en la mesa y las manos en el mentón; ella apoyaba las suyas sobre la mesa, bajo control.
      — Te lo pido ahora.
      — Nos encontramos en un momento extremadamente delicado para la situación estratégica general — dijo él después de una gran vacilación -. Estamos manteniendo negociaciones secretas con dos de los principales comandantes de Vordarian, quienes parecen dispuestos a traicionarlo. Las fuerzas espaciales están a punto de implicarse. Podríamos lograr acabar con Vordarian sin que estalle una gran batalla.
      Cordelia se distrajo un momento pensando cuántos comandantes de Vorkosigan estarían negociando en secreto para traicionarlos a ellos. El tiempo lo diría. El tiempo.
      Vorkosigan prosiguió.
      — Si las negociaciones resultan tal como espero, estaremos en condiciones de rescatar a casi todos los rehenes en un gran ataque sorpresa, desde una dirección que Vordarian no espera.
      — No te pido un gran ataque. — No. Pero lo que te estoy diciendo es que esa pequeña incursión, sobre todo si resulta mal, podría interferir seriamente con el éxito de la otra. — Sólo tal vez.
      — Tal vez. — Él inclinó la cabeza hacia un lado, concediéndole la duda. — ¿Fecha?
      — Dentro de unos diez días.
      — No me sirve.
      — No. Trataré de acelerar las cosas. Pero debes comprenderlo… si pierdo esta oportunidad, este momento, varios miles de hombres podrían pagar mi error con la vida.
      Ella lo comprendía con claridad.
      — Bien. Supongamos que por el momento dejamos fuera de esto al ejército de Barrayar. Déjame a mí, con un par de hombres. Nadie más correría ningún riesgo.
      Él golpeó la mesa con las manos y exclamó: — ¡No! ¡Por Dios, Cordelia!
      — ¿Desconfías de mi competencia? — preguntó ella con tono peligroso. Porque yo sí. Sin embargo, ése no era el momento para admitirlo -. ¿Eso de «querida capitana» no es más que un apodo para una mascota, o lo sientes de verdad?
      — Te he visto hacer proezas extraordinarias…
      También me has visto caer de bruces, ¿y qué?
      —… pero tú no eres sacrificable. Dios. Eso acabaría por volverme loco. Esperar, sin saber…
      — Tú me pides que haga eso mismo. Esperar, sin saber. Me lo pides cada día.
      — Tú eres más fuerte que yo. Tu fortaleza no tiene límites.
      — Muy halagador, pero no me convences.
      Aral trató de penetrar en sus pensamientos, ella pudo verlo en sus ojos punzantes como un cuchillo.
      — No. No te irás por tu cuenta. Lo prohibo, Cordelia. Absolutamente. Quítatelo de la cabeza. No puedo arriesgaros a los dos de ningún modo.
      — Ya lo estás haciendo.
      Él apretó los dientes e inclinó la cabeza. Mensaje recibido y comprendido. Koudelka, sentado junto a él, los miraba con gran consternación. Cordelia sentía la mano de Drou, presionando con fuerza el respaldo de su silla.
      Vorkosigan tenía todo el aspecto de alguien que estaba siendo aplastado entre dos grandes rocas; ella no tenía ningún deseo de verlo convertido en polvo. En un momento, Aral le pediría su palabra de que permanecería confinada en la base, de que no correría ningún riesgo.

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