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Cetaganda (íà èñïàíñêîì)

ModernLib.Net / Bujold Lois McMaster / Cetaganda (íà èñïàíñêîì) - ×òåíèå (ñòð. 7)
Àâòîð: Bujold Lois McMaster
Æàíð:

 

 


      — No, por qué? Por qué? Es una cosa,una cosa,nada más. A quién le importa? A mí no.
      Ella levantó el cilindro y por primera vez fijó su gélida mirada en Miles. La expresión de sus ojos hizo que él deseara meterse en las sombras como una cucaracha, que quisiera esconder su fealdad meramente humana en un rincón, pero se puso firme y aguantó la vergüenza.
      — No hay archivos de seguridad — dijo ella-. Es la única llave.
      Miles sintió que se desmayaba y, esta vez, no era sólo por el perfume.
      — Que no tienen copia de seguridad? — se ahogó-. Están totalmente locos?
      — Es una cuestión de… control.
      — Para qué sirve este maldito objeto?
      Ella dudó, luego dijo:
      — Es la llave— dato del banco genético de los haut. Las muestras congeladas de genes se guardan desordenadas, por seguridad. Sin la llave, nadie sabe dónde está cada muestra del banco. Para recrear los archivos, alguien tendría que examinar físicamente las muestras una por una y volver a clasificarlas. Hay cientos de miles de muestras… una por cada haut de la historia. Se necesitaría todo un ejército de genetistas y una generación de tiempo para recrear la Gran Llave.
      — Entonces, esto es una debacle, eh? — dijo él con voz tranquila, parpadeando. Apretó los dientes-. Ahora sé que es una trampa. — Se puso de pie con dificultad y levantó la cabeza como si desafiara el ataque de esa belleza increíble-. Señora, qué diablos está pasando aquí? Se lo voy a preguntar una vez más, muy en serio. Qué estaba haciendo Ba Lura con la Gran Llave en una estación espacial, en nombre de los noventa infiernos verdes de Dios?
      — Ningún extranjero…
      — ¡Alguien quiere que sea asunto mío! No lo comprende? Alguien me metió de cabeza en esto… No creo que pudiera escaparme aunque quisiera. Y creo… creo que usted necesita un aliado. Ha tardado un día y medio en preparar esta reunión. Le quedan nueve días más. No tiene tiempode hacerlo sola. Necesita… un hombre de seguridad, un hombre entrenado. Y por alguna extraña razón, se diría que usted no quiere recurrir a los de su propio bando…
      Ella se balanceó adelante y atrás en un gesto de horror, de miseria, acompañado por un roce de ropa en movimiento.
      — Si no me considera merecedor de conocer sus secretos — siguió diciendo Miles con tono salvaje-, entonces dígame cómo podría empeorar las cosas…
      Los ojos azules lo revisaron, buscando algo que él no entendió. Mientras tanto, él pensaba que si aquella mujer le hubiera pedido que se abriera las venas por ella, allí mismo, él habría dicho: De qué ancho quiere la herida?
      — Mi Señora Celestial lo deseaba — empezó a decir Rian Degtiar, con miedo, y se detuvo.
      Miles se aferró al poco autocontrol que le quedaba. Todo lo que ella había dejado escapar hasta el momento era fácilmente deducible, o conocido. Ahora estaba llegando al corazón del asunto y lo sabía. Era evidente por la forma en que dudaba.
      — Milady — Miles eligió las palabras con mucho cuidado-. Si Ba Lura no se suicidó, eso fue un asesinato. No me cabe la menor duda. — Y los dos tenemos buenas razones para preferir la segunda opción-.Ba Lura fue su servidor, su colega… su… me atrevo a adivinar?, su amigo. Yo vi, su cadáver en la rotonda. Una persona muy peligrosa y muy precavida dispuso toda aquella horrible escena. Había… mucha maldad y mucha burla en todo eso…
      Era dolor lo que se veía en esos ojos fríos? Qué difícil era definirlo…
      — Yo tengo razones muy antiguas y muy personales para negarme a que me conviertan en blanco involuntario de las burlas. No sé si me entiende…
      — Tal vez… — asintió ella.
      Sí. Mire usted más adentro, bajo la superficie. Véame a mi, no a este cuerpo que parece un chiste…
      — Y soy la única persona de Eta Ceta que no lo hizo. Eso usted lo sabe. Es la única certeza que tenemos, por ahora. Yo reclamo el derechoa saber quién nos está haciendo esto. Y la única forma de descubrirlo es saber exactamente por qué loestán haciendo.
      Ella seguía inmóvil, en absoluto silencio.
      — Ya sé lo suficiente como para destruirla, milady — agregó Miles, ansioso-. ¡Cuénteme algo que me ayude a salvarla!
      La perfecta barbilla de la hautlady se alzó en un gesto de absoluta determinación. Cuando lo bendijo con toda su atención, era una atención devastadora y terrible.
      — Fue un desacuerdo que se prolongó durante mucho tiempo. — A él le costaba escucharla, mantener la cabeza clara, concentrarse en las palabras y no sólo en la melodía hechicera de su voz-. Entre la Señora Celestial y el Emperador. Mi Señora pensaba que el banco genético estaba demasiado centralizado. Pensaba que debíamos dispersar copias por simple cuestión de seguridad. Mi Señor, en cambio, era partidario de mantenerlo todo bajo su protección personal… por una cuestión de seguridad. Los dos querían lo mejor para los haut… cada uno a su manera.
      — Ya veo — murmuró Miles, alentándola con toda la delicadeza de que era capaz-. Todos son buenos en esta historia, no es cierto?
      — El Emperador le prohibió que llevara a cabo el plan. Pero a medida que la señora envejecía… empezó a sentir que su lealtad hacia los haut valía más que su lealtad hacia su hijo. Hace veinte años, empezó a hacer copias… en secreto.
      — Un proyecto ingente… — observó Miles.
      — Ingente y lento… Pero lo llevó a cabo.
      — Cuántas copias?
      — Ocho. Una para cada una de las satrapías planetarias.
      — Copias exactas?
      — Sí. Estoy segura. Soy supervisora de genética de la Señora Celestial desde hace cinco años.
      — Ah… entonces, usted es algo así como una científica. Comprende lo que es el… cuidado extremo. Y la honestidad escrupulosa…
      — De qué otro modo puedo servir a mi señora? — Ella se encogió de hombros.
      Pero salta a la vista que no sabe usted nada de las argucias de un plan secreto… Mmm.
      — Si hay ocho copias exactas, tiene que haber ocho Grandes Llaves, exactas, verdad?
      — No. Todavía no. Mi señora quería dejar la duplicación de la Llave para último momento. Una cuestión de…
      — Una cuestión de control, no? — terminó Miles-. No sé por qué ya imaginaba su respuesta…
      Un leve brillo de resentimiento pasó por los ojos azules y Miles se mordió la lengua. Todo aquello no era motivo de broma para la haut Rian Degtiar.
      — La Señora Celestial sabía que su hora estaba llegando, Nos nombró a mí y a Ba Lura ejecutores de su voluntad. Teníamos que entregar las copias del banco genético a los ocho gobernadores de las satrapías en el momento del funeral, cuando todos acudieran a la capital. Pero… murió antes de lo esperado, cuando todavía no había hecho arreglos para la duplicación de la Gran Llave. En este punto se planteaba un problema considerable de habilidad técnica y de codificación. En el momento de la creación original de la Llave, se usaron todos los recursos del imperio. Ba Lura y yo teníamos las instrucciones de la Emperatriz en cuanto a los bancos pero ni una palabra sobre cómo se duplicaría y enviaría la Llave; no sabíamos si ella quería que se hiciera. Ba Lura y yo no estábamos seguros.
      — Ah — dijo Miles, en voz muy leve. No se atrevió a ofrecer ningún comentario. Tenía miedo de interrumpir el flujo de información que por fin se había liberado. Permaneció pendiente de las palabras de ella, conteniendo la respiración.
      — Ba Lura pensaba que… si llevábamos la Gran Llave a uno de los gobernadores de satrapías, él podría usar sus propios recursos para duplicarla. A mí me parecía una idea muy peligrosa. Porque el gobernador podía sentir la tentación de quedarse con la Llave.
      — Alí… discúlpeme. A ver si lo entiendo. Sé que usted considera que el banco genético es una cuestión absolutamente privada, pero cuáles serían los efectos políticosde establecer nuevos centros de reproducción haut en cada una de las ocho satrapías planetarias de Cetaganda?
      — La Señora Celestial pensaba que el imperio había dejado de expandirse desde el momento de la derrota de la expedición contra Barrayar. Que nos habíamos estancado, y que, como estábamos estáticos, también nos poníamos cada vez más nerviosos. Pensaba que si el imperio generaba un proceso de mitosis, como una célula, los haut empezarían a crecer de nuevo y recibirían nueva energía. Si se copiaba y reproducía el banco genético, habría ocho nuevos centros de autoridad para la expansión.
      — Ocho nuevas capitales potenciales del imperio? — susurró Miles.
      — Sí, supongo…
      Ocho nuevos centros… La guerra civil era sólo una de las posibilidades. Ocho nuevos imperios cetagandanos, y cada uno de ellos en expansión como un coral que creciera a expensas de sus vecinos… Una pesadilla de proporciones cósmicas.
      — Ahora ya entiendo por qué el emperador no estaba tan entusiasmado con el sólido razonamiento biológico de su madre — dijo Miles con cuidado-. Los dos tenían parte de razón, no le parece?
      — Yo sirvo a la Señora Celestial y al genoma haut — dijo la haut Rian Degtiar llanamente-. Los ajustes políticos de corto plazo no son asunto mío.
      — Y toda esta manipulación… barajar los genes… Tal vez el Emperador de Cetaganda lo consideraría un acto de traición de su parte?
      — No veo cómo — dijo la haut Rian Degtiar-. Era mi deber obedecer a la Señora Celestial.
      — Ah…
      — Pero sí puede decirse que los ocho gobernadores de satrapías cometieron traición — agregó ella en el tono con que se describe un hecho indiscutible.
      — Cometieron? En pasado?
      — Todos recibieron los bancos genéticos la semana pasada, en el banquete de bienvenida. Ba Lura y yo conseguimos llevar a cabo esa parte del plan de la Señora Celestial.
      — Cofres de tesoro… sin llave…
      — No lo sé… A la Señora Celestial le pareció más conveniente que cada uno de los gobernadores se considerara el único receptor de la nueva copia del banco genético. Así todos tratarían de mantenerlo en secreto…
      — Sabe usted…? Tengo que hacerle esta pregunta. — Pero no estoy seguro de querer oír la respuesta-.Sabe usted a cuál de los ocho gobernadores de satrapías estaba tratando de entregar la Gran Llave Ba Lura? Cuál de ellos era el elegido para duplicarla, el que iba a recibirla cuando se metió en nuestro vehivaina?
      — No — dijo ella.
      — Ah. — Miles dejó escapar un suspiro de satisfacción-. Ahora ya sé por qué me tendieron una trampa. Y por qué murió Ba Lura.
      Ella lo miró y unas líneas leves aparecieron sobre su frente de marfil cuando frunció el ceño.
      — No lo entiende? — dijo él-. Ba Lura no se encontró con nosotros en el viaje de ida. Se encontró con nosotros cuando ya volvía de su misión. Su ba recibió un soborno. Había llevado la llave a uno de los gobernadores de satrapías y le dieron a cambio no una copia verdadera, porque no había tiempo de hacer la decodificación, sino una copia falsa. Y luego lo mandaron deliberadamente a perderla en nuestras manos. Y lo hizo… aunque sospecho que no en la forma en que habían previsto — Casi con seguridad, no como habían previsto.
      De pronto, descubrió que estaba caminando de un lado otro, nervioso, casi descontrolado. No hubiera debido cojear delante de ella — eso hacía que sus deformidades resultaran mucho más visibles— pero no podía permanecer quieto.
      — Y mientras todo el mundo se dedica a perseguir a los barrayareses, el gobernador se va tranquilamente a casa con la única copia de la Gran Llave y consigue una buena ventaja en la competencia haut. Después de arreglar la recompensa de Ba Lura por su doble traición y eliminar de paso al único testigo de lo sucedido. Ah, sí, ahora todo encaja. Ya veo. Y funcionaría si… el gobernador sátrapa hubiera recordado que ningún plan de batalla sobrevive al primer contacto con el enemigo. — No cuando el enemigo soyyo. Miles la miró a los ojos, y deseó que creyera en él, deseó no tener que derretirse frente a ella-. Cuándo puede usted analizar esta Gran Llave para comprobar si mis teorías se ajustan a la realidad?
      — Esta noche, ahora mismo. Pero aunque pueda averiguar quele hicieron, eso no me dirá quiénfue el culpable, barrayarés. — La voz de la haut se hizo glacial-. Dudo que usted pueda crear un duplicado, pero una copia sin funcionamiento está dentro de sus capacidades, de eso estoy segura. Si ésta es falsa… dónde está la verdadera?
      — Me parece que eso es justamente lo que tenemos que descubrir, milady, para… para limpiar mi nombre de sospechas. Parara redimir mi honor frente a sus ojos. — La fascinación intrínseca de cualquier rompecabezas intelectual lo había llevado a esa entrevista. Él había pensado que la curiosidad era la fuerza que más lo arrastraba en la vida, hasta que de pronto se había encontrado envuelto en toda su personalidad de soldado. Era como estar bajo… no, era como seruna avalancha-. Si yo descubro esto, usted…? — Usted qué?Aceptaría que la cortejara? O lo despreciaría como el bárbaro que era a pesar de todo?-. Usted me dejaría verla de nuevo?
      — No… no lo sé. — Ella recordó de pronto y llevó la mano a algún tipo de control situado sobre la silla— flotante para conectar de nuevo la pantalla de fuerza.
      No, no, no se vaya…
      — Tenemos que establecer una forma de ponernos en contacto — dijo Miles con rapidez, antes de que ella pudiera desaparecer de nuevo detrás de esa barrera que susurraba en tono muy bajo.
      La cabeza de ella se inclinó, pensando. Sacó un pequeño comunicador de la ropa. No tenía decoraciones, era totalmente utilitario, pero al igual que el destructor nervioso que él le había entregado a Ivan, estaba perfectamente diseñado en un estilo que Miles había empezado a reconocer como típico de los haut. Ella susurró una orden. Al instante, apareció su ba, que había estado haciendo guardia junto a la laguna. Se le abrieron un poco más los ojos al ver a su señora sin la pantalla de fuerza?
      — Deme su comunicador y espere fuera — ordenó haut Rian Degtiar.
      La leve figura del ba se inclinó y le entregó el aparato sin hacer preguntas. Después, se retiró en silencio.
      Ella se lo tendió a Miles.
      — Esto es para ponerme en contacto con mis servidores de confianza cuando salen del jardín Celestial por algún encargo. Aquí tiene.
      Él deseaba tocarla, pero no se atrevía. En lugar de eso, extendió las manos hacia ella, con las palmas hacia arriba, como un hombre tímido que le ofrece flores a una diosa. Ella dejó caer el comu con miedo, desde lejos, como quien le entrega algo a un leproso. O a un enemigo.
      — Es seguro? — se atrevió a preguntar él.
      — Por ahora…
      En otras palabras, era una línea privada sólo mientras no hubiera nadie en el alto nivel de seguridad de Cetaganda a quien se le ocurriera escuchar las conversaciones. Era de esperar. Miles suspiró.
      — No sirve. No se pueden enviar señales a una embajada sin que las autoridades hagan cientos de preguntas y yo prefiero no contestar las de mis superiores en este momento. No puedo darle a usted mi comu, porque tengo que entregarlo y no creo que se traguen el cuento de que lo perdí… — De mala gana, le devolvió el aparato-. Pero tenemos que volver a encontrarnos de alguna forma… — Sí, ah, sí, sí…-. Sivoy a arriesgar mi reputación y tal vez mi vida por la validez de mis razonamientos, me gustaría apoyarme en hechos.
      Uno de esos hechos era casi una verdad comprobada. Alguien con suficiente inteligencia y arrestos como para asesinar a uno de los servidores más antiguos del Emperador ante las narices de Seguridad no vacilaría en amenazar a una mujer Degtiar no demasiado importante si eso le parecía útil. La idea era obscena, horrenda. La inmunidad diplomática de un heredero de Barrayar era un escudo todavía más inútil, sin duda, pero era el precio del juego.
      — Creo que usted podría estar en grave peligro. Tal vez sea mejor seguirles la corriente por un tiempo, no revelar a nadie que yo le he dado la llave. Tengo la extraña sensación de que no estoy siguiendo el guión de esa gente como corresponde… — Miles caminaba de un lado a otro delante de ella-. Si usted consigue descubrir algo, lo que sea, sobre las actividades reales de Ba Lura en los pocos días anteriores a su muerte… bueno… pero no se relacione demasiado con su propia Seguridad… Seguramente están investigando la muerte de Ba Lura…
      — Yo… me pondré en contacto con usted donde, cuando y como pueda, barrayarés. — Lentamente, una mano acarició la almohadilla de control sobre el brazo de la silla— flotante y una niebla gris se formó a su alrededor como un hechizo fabuloso.
      La burbuja se alejó y también el ba y Miles quedó solo. Ahora tenía que volver a la fiesta de Yenaro atravesando a tropezones charcos, campos y propiedades.
      Llovía.
      A Miles no le sorprendió que la hautmujer ya no estuviera esperándolo en el banco junto al portón pintado de rojo. Lo atravesó en silencio y se detuvo junto a las puertas del jardín para sacudirse las gotas de agua del uniforme de gala y secarse la cara. Luego, sacrificó el pañuelo a la redención de sus botas y dejó caer la tela empapada detrás de un arbusto. Después, volvió a deslizarse al interior.
      Nadie lo vio entrar. La fiesta proseguía un poco más ruidosa y con algunas caras nuevas sustituyendo las anteriores. Los cetagandanos no consumían alcohol para embriagarse, pero algunos de los participantes de la fiesta tenían un aire de confusión que recordaba al de los bebedores de Barrayar. Si había sido difícil mantener una conversación inteligente antes, ahora sería claramente imposible. Incluso Miles se sentía un poco así, ahogado en, información, mareado de intriga. Todo el mundo tiene una adicción secreta, supongo.Quería buscar a Ivan y huir lo más rápido posible antes de que le estallara la cabeza.
      — Ah, por fin doy con usted, lord Vorkosigan. — Lord Yenaro apareció junto al codo de Miles, con una mirada levemente ansiosa-. He estado buscándolo.
      — Fui a dar un paseo con una dama… un largo paseo — dijo Miles. No veía a Ivan-. Dónde está mi primo?
      — Lord Vorpatril está viendo la casa con lady Arvan y lady Bennello — dijo Yenaro. Miró a un lado, hacia el gran arco que se erguía al otro extremo de la habitación y la escalera en espiral más allá-. Hace ya un rato que se fueron… en realidad hace mucho rato. — La sonrisa de Yenaro, que seguramente intentaba ser divertida, le salió extraña, llena de intenciones secretas y curiosidad-. Antes de que usted… No entien… bueno… Quiere usted tomar algo?
      — Sí, gracias — dijo Miles, distraído. Tomó la bebida de las manos de Yenaro y se la bebió sin dudar. Se le ponían los pelos de punta al pensar en lo que estaría haciendo Ivan con dos hermosas ghemujeres. Aunque en ese momento, para sus ojos deslumbrados de belleza haut, todas las ghemujeres de la habitación le parecían tan groseras y aburridas como campesinas sucias de una aldea provinciana. El efecto se iría desvaneciendo con el tiempo… al menos, eso esperaba. Le aterraba pensar en su próximo encuentro con el espejo. Qué había visto la haut Rian Degtiar cuando lo miraba? Un gnomo simiesco de arcilla blanca que se retorcía y parloteaba? Sacó una silla y se sentó bruscamente: encerró la escalera en espiral con dos suspiros, como dos paréntesis. ¡Apúrate, Ivan!
      Por alguna razón, Yenaro se había quedado junto a él. Conversaba sobre teorías de la proporción en la historia de la arquitectura, sobre el arte y los sentidos y sobre el mercado de ésteres naturales en Barrayar, pero Miles hubiera jurado que el hombre tenía la mente puesta en la escalera, exactamente igual que él.
      Un par de copas después, apareció Ivan en las sombras del piso superior. Titubeó en la penumbra, con la mano sobre el uniforme verde, como si estuviera controlando el estado de su atuendo, aunque desde donde estaba Miles todas las prendas parecían en su lugar. Ivan estaba solo. Bajó con una mano aferrada a la barandilla curva que flotaba sin apoyo aparente como un eco del arco de la escalera. Se sacudió una vez, convirtió una expresión de intensa preocupación en una radiante sonrisa antes de pasar a la habitación principal y caminar bajo la luz. Le tembló la cabeza hasta que vio a Miles y se dirigió en línea recta hacia él.
      — Lord Vorpatril — lo saludó Yenaro-. Sí que ha sido un paseo largo el suyo… Ha visto toda la mansión?
      Ivan mostró los dientes, como un perro furioso.
      — Todo. Hasta la luz.
      La sonrisa de Yenaro no cambió pero sus ojos parecían llenos de preguntas.
      — Me… me alegro mucho…
      Otro invitado lo llamó desde el otro extremo de la habitación y Yenaro se distrajo un momento.
      Ivan aprovechó para inclinarse y susurrar en el oído de Miles:
      — Salgamos de aquí. Creo que me han envenenado.
      Miles levantó la vista, asustado.
      — Quieres llamar al vueloliviano?
      — No. Quiero ir a la embajada en el auto de superficie. Ahora mismo.
      — Pero…
      — No, mierda — siseó Ivan-. Marchémonos sin llamar la atención, antes de que ese bastardo sonriente suba arriba.
      Hizo un gesto con la cabeza hacia Yenaro que estaba al pie de la escalera mirando hacia el piso superior.
      — Veo que piensas que no es grave.
      — Ah, te aseguro que es muy grave — le ladró Ivan.
      — No habrás matado a nadie ahí arriba, verdad?
      — No. Pero pensé que nunca…Ya te lo contaré en el auto.
      — Eso espero. — Miles se puso de pie. Tenían que pasar junto a Yenaro, eso era inevitable. El cetagandano se pegó a ellos como buen anfitrión para acompañarlos a la puerta principal y despedirlos amablemente.
      Los adioses de Ivan parecían chorros de ácido.
      En cuanto el auto se cerró sobre sus cabezas, Miles ordenó a su primo:
      — Ahora, Ivan.
      Ivan se recostó contra el asiento, hirviendo de rabia.
      — Me tendieron una trampa.
      Te sorprende, primito?
      — Quiénes? Lady Arvan y lady Bennello?
      — Ellas eran la trampa, Miles. Yenaro lo organizó todo. Estoy seguro. Tenías razón con lo de la fuente: era una trampa. Ahora me doy cuenta. La belleza como carnada, de nuevo.
      — Qué te pasó?
      — Sabes algo de los rumores sobre afrodisíacos cetagandanos?
      — Sí, algo sé…
      — Bueno, en algún momento en la noche ese hijo de puta de Yenaro me dio un antiafrodisíaco.
      — Mmm. Estás seguro? Quiero decir que a veces estas cosas ocurren, me dijeron que…
      — Fue una trampa, una trampa, mierda. Yo no las seduje, fueron ellas… Me llevaron arriba, a esa habitación sorprendente… seguro que lo tenían todo organizado. Dios, fue… fue… — Se le quebró la voz en un suspiro-. Fue glorioso… Por un tiempo… Y después me di cuenta de que no podía… bueno… no podía… hacerlo.
      — Y qué hiciste?
      — Era demasiado tarde para salir bien parado de la situación. Así que traté de salir de otro modo. Es lo único que se me ocurrió para que no se dieran cuenta.
      — Y qué diablos hiciste?
      — Fabriqué folclore instantáneo… toda una serie de leyendas. Les dije que un Vor se enorgullece de su autocontrol, que no se considera correcto en Barrayar que un hombre… ya sabes, antes que su dama… tres veces. Les dije que se consideraba un insulto para la dama. Y acaricié, froté, rasqué, recité poesía, toqueteé… me duelen los dedos… — También tenía la voz un poco rara, notó Miles-. Pensé que nuncase dormirían… — Ivan hizo una pausa: una especie de sonrisa amarga reemplazó la mueca que se pintaba en su rostro-. Pero cuando se durmieron, estaban sonriendo. — La sonrisa se convirtió en una mirada de desesperación sombría-. Cuánto te apuesto que esas dos son las peores ghemchismosas de todo Cetaganda?
      — Yo no apuesto nada — dijo Miles, fascinado. En el pecado está la penitencia… O,en este caso, en la presa está la trampa. Alguien había estudiado las debilidades de su primo. Tal vez la misma persona que había estudiado las suyas-. Podríamos hacer que la oficina de SegImp investigue los rumores de los próximos días.
      — Si se te escapa una sola palabra de todo esto… ¡te retuerzo el cuello…! Si es que consigo encontrarlo en ese cuerpo tuyo, claro está…
      — Tendrás que confiar en el médico de la embajada. Análisis, de sangre…
      — Ah, sí, sí. Quiero un rastreo químico en cuanto llegue. Qué voy a hacer si el efecto es… permanente?
      — Ba Vorpatril? — entonó Miles, los ojos tranquilos y divertidos.
      — Mierda, yo no me burlé de ti con lo de la fuente…
      — No. Cierto. No te burlaste. — Miles suspiró-. Estoy casi seguro de que el doctor te va a decir que la sustancia se metaboliza rápido, sea lo que fuere. Yenaro también bebió de esa taza…
      — Tú crees?
      — Te acuerdas del zlati? Apuesto mi ojo de plata de SegImp a que ése fue el vehículo.
      Ivan se relajó un poquito, obviamente aliviado con ese análisis profesional. Después de un instante, agregó:
      — Yenaro ya te lo hizo a ti. Ahora a mí. A la tercera va la vencida. Qué supones que hará ahora? No podemos adelantarnos a sus movimientos?
      Miles se quedó callado un largo rato.
      — Depende. No sé si Yenaro se está divirtiendo o si él también es víctima de una serie de trampas. Tampoco estoy seguro de que exista alguna relación entre las bromas de Yenaro y la muerte de Ba Lura.
      — Relación? Qué relación?
      — Nosotros somos la relación, Ivan. Un par de chicos provincianos de Barrayar que vienen a la gran ciudad y están a punto, bien a punto, listos para que alguien les saque el jugo. Alguien nos está utilizando. Y creo que alguien… acaba de cometer un error fatal en la elección de herramientas. — O más bien de marionetas…
      Ivan lo miró fijo. Captaba el tono venenoso.
      — Ya te has librado de ese juguetito que llevabas encima? — quiso saber.
      — Sí… y no.
      — Ah, mierda. Tendría que haberlo sabido… No puedo confiar en ti. Qué diablos quiere decir sí y no? Osí o no…
      — El objeto ya está en manos de sus dueños, sí.
      — Entonces, listo, se ha terminado el asunto.
      — No. No del todo.
      — Miles… Será mejor que me cuentes…
      — Sí, supongo que sí… — Miles suspiró. Estaban llegando a la zona de las delegaciones extranjeras-. Cuando termines con la gente de la enfermería, tengo algunas confesiones que hacerte. Pero sólo confiaré en ti si me prometes que cuando… cuando hables con el oficial de guardia de SegImp sobre lo de Yenaro, no mencionarás lo otro. De acuerdo?
      — Eh? — Ivan habló despacio, como si albergara profundas sospechas.
      — Las cosas se están… complicando un poco.
      — Vaya, como si antes fueran normales.
      — Quiero decir que ahora se están complicando de verdad; son cosas que sobrepasan el rango de asuntos de mera seguridad… Se han convertido en conflictos diplomáticos de extrema importancia y delicadeza. Tal vez demasiado delicados como para someterlos a la clase de paranoicos con botas que terminan dirigiendo las oficinas locales de SegImp. Ésa es una decisión que deberé tomar… yo mismo. Cuando esté seguro de que estoy listo. Pero esto ya no es un juego, Ivan, y no puedo seguir sin apoyo. — Necesito ayuda, que Dios me ayude… necesito ayuda.
      — Eso ya lo sabíamos ayer.
      — Ah, sí… cierto. Pero el asunto es todavía más complejo de lo que sospechaba ayer.
      — Complejo? Hasta qué punto?
      Miles dudó, y sonrió con amargura.
      — No lo sé, Ivan.
      Solo en el baño de su suite, Miles se quitó lentamente el uniforme negro de la Casa Vorkosigan, que ahora necesitaba desesperadamente la atención de la lavandería de la embajada. Echó una mirada de reojo a su propio cuerpo en el espejo, después desvió la vista definitivamente. Pensó en el problema mientras estaba de pie en la ducha. Para los haut, cualquier humano normal era algo así como una forma de vida inferior. Desde la estrecha perspectiva de la haut Rian Degtiar, tal vez había poca diferencia entre él y, digamos, Ivan.
      Y, de vez en cuando, los ghemlores ganaban esposas haut por grandes hazañas. Los Vor y los ghemlores se parecían en muchas cosas. Hasta Maz lo había dicho.
      Hasta qué punto tenía que ser grande la hazaña? Muy grande.Bueno… él siempre había querido salvar al imperio. Claro que no había pensado nunca en salvar al imperio cetagandano,pero la vida era así, siempre tirando pelotas inesperadas, con mucho efecto…
      Estás loco, y lo sabes. Esperar, pensar siquiera en…
      Si él conseguía desbaratar el complot de la Emperatriz, el emperador cetagandano le entregaría… la mano de Rian? Si conseguía mantener el complot de la emperatriz viuda, tal vez la haut Rian Degtiar se sentiría lo suficientemente agradecida como para… darle su amor? Hacer las dos cosas al mismo tiempo sería una hazaña táctica de proporciones y habilidad sobrenaturales.
      Los intereses de Barrayar, cosa rara, estaban directamente relacionados con los del emperador. Obviamente, como oficial de SegImp su deber era salvar al villano y acabar con la chica.
      Correcto. Me duele la cabeza.
      A medida que se diluía el efecto de la haut Rian, la razón volvía poco a poco a sus cauces. O no? Ella no había tratado de sobornarlo. Y sabía que aunque Rian hubiera sido tan fea como la bruja Baba Yaga, habría tenido que seguir adelante con eso. Hasta cierto punto. Necesitaba probar que Barrayar no había robado la Gran Llave y la única forma de conseguirlo era encontrar al ladrón. Se preguntó si habría resacas por exceso de pasión. Porque si existían, él estaba empezando la resaca antes de terminar la borrachera, lo cual no le parecía justo.
      Ocho gobernadores sátrapas habían cometido traición a instancias de la emperatriz muerta. Era bastante optimista pensar que sólo uno de ellos era un asesino. Pero sólo uno tenía la Gran Llave.
      Lord X? Siete posibilidades de equivocarse, contra una de acertar. Las cifras no estaban a su favor.
      Ya… ya se me ocurrirá algo.

7

      Ivan tardaba mucho en volver de la enfermería. Miles se puso el uniforme de fajina negro y, descalzo, encendió la comuconsola para averiguar algo de los ocho gobernadores haut de las ocho satrapías planetarias.

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