Ñîâðåìåííàÿ ýëåêòðîííàÿ áèáëèîòåêà ModernLib.Net

Cetaganda (íà èñïàíñêîì)

ModernLib.Net / Bujold Lois McMaster / Cetaganda (íà èñïàíñêîì) - ×òåíèå (ñòð. 5)
Àâòîð: Bujold Lois McMaster
Æàíð:

 

 


      Ivan se fue a sus habitaciones a cambiarse de ropa sin hacerle promesas. Libre de las botas, Miles se tambaleó hasta el baño. Quería tomar más calmantes y sacarse el uniforme de gala. Se puso el de fajina, el negro, mucho más cómodo. A juzgar por la lista de protocolo de la embajada, sólo podría llevar ropa de fajina en sus habitaciones privadas.
      Ivan volvió demasiado pronto, elegante en uniforme de fajina verde pero antes de que pudiera seguir haciendo preguntas imposibles de contestar o exigiendo justificaciones inexistentes, sonó la llamada de la comuconsola. Era el personal de vestíbulo de la embajada.
      — Mia Maz ha venido a verle, lord Vorkosigan — informó un hombre-. Dice que tiene una cita.
      — De acuerdo. Ah… podría usted acompañarla hasta aquí arriba, por favor? — Sus habitaciones privadas, estarían monitoreadas por Seguridad? Mejor sería no preguntarlo, porque eso llamaría la atención de todo el mundo. Pero no, no había monitoreo. Si SegImp hubiera estado espiando, Miles habría tenido que someterse a incómodos interrogatorios, directamente o a través de Vorob'yev. Le estaban extendiendo la cortesía de la privacidad en su espacio personal, por lo menos de momento… aunque probablemente no en su comuconsola. Todos los foros públicos del edificio estaban sometidos a controles, de eso no había duda.
      Un hombre de personal dejó a Maz en la puerta de Miles. Él e Ivan se apresuraron a sentarse cómodamente. Ella también había pasado por sus habitaciones para cambiarse y ahora llevaba un traje de salto bastante ceñido y un chaleco largo hasta las rodillas como ropa de calle. A pesar de sus cuarenta y tantos, Maz tenía muy buen tipo. Miles se libró del hombre mandándolo a buscar el té y, cuando Ivan se lo pidió, un poco de vino.
      Después, se acomodó al otro lado del sillón y sonrió a la mujer de Vervain. Ivan se vio forzado a buscar una silla.
      — Milady Maz, gracias por venir.
      — Llámeme Maz, por favor — sonrió ella-. Nosotros no usamos esas formalidades. Lamento decir que nos cuesta mucho tomarlas en serio.
      — Entonces, seguramente tendrá mucha práctica en disimular la risa… No veo otra forma de funcionar aquí.
      El hoyuelo le hizo un guiño.
      — Tengo práctica, sí, milord.
      Ah, sí, Vervain era una de las «democracias», como las llamaban; no tan locamente igualitaria como la de los betaneses, pero con un rasgo cultural que iba definitivamente en esa dirección.
      — Mi madre hubiera estado de acuerdo con usted — aceptó Miles-. Ella no habría visto ninguna diferencia intrínseca entre los dos cadáveres de la rotonda. Excepto por la forma en que llegaron hasta ahí, claro. Supongo que ese suicidio fue algo inesperado, raro, verdad?
      — Sin precedentes — dijo Maz-, y si usted conociera a los cetagandanos, sabría que no se puede encontrar un término más fuerte.
      — Así que los sirvientes cetagandanos no siempre acompañan a sus dueños en la muerte.
      — Supongo que Ba Lura tenía una extraña intimidad con la emperatriz… Hacía mucho que la servía — dijo la mujer vervani-, desde antes de que nosotros naciéramos.
      — Ivan se preguntaba si los hautlores hacían clones y los usaban en el servicio.
      Ivan echó una mirada indignada a Miles por ponerlo en el centro de atención, pero no protestó en voz alta.
      — Los ghemlores lo hacen a veces — explicó Maz-, pero no los hautlores, y desde luego es impensable que la Casa Imperial lo hiciera. Los haut consideran que cada servidor es una obra de arte, tanto como todos los demás objetos con que se rodean. En el Jardín Celestial todo tiene que ser único, si es posible fabricado a mano, y perfecto. Eso también se aplica a los seres orgánicos. La producción en masa es para las masas, al menos eso es lo que ellos piensan. No estoy segura de si es una virtud o un vicio… me refiero al estilo haut de hacer las cosas, pero en un mundo inundado de realidades virtuales y duplicaciones infinitas, incluso resulta extrañamente refrescante. El único problema es el esnobismo…
      — Hablando de arte — Intervino Miles-, me comentó usted que había tenido suerte en la identificación del icono…
      — Sí. — La mirada de ella se elevó y se fijó en la cara de Miles-. Dónde dijo usted que lo había visto, lord Vorkosigan?
      — No se lo dije.
      — Ahhh. — Ella esbozó una leve sonrisa pero aparentemente decidió no seguir presionando sobre ese punto-. Es el sello del Criadero Estrella. No es habitual que un extranjero se cruce con algo así todos los días. En realidad, no es habitual que un extranjero se cruce con algo así… en toda su vida. Es muy, muy privado.
      Contrólate.
       — Y hautesco?
      — Extremadamente hautesco.
      — Y… perdón, qué es el Criadero Estrella?
      — No lo sabe usted? — Maz parecía un poco sorprendida-. Bueno, supongo que ustedes se pasan todo el tiempo estudiando asuntos militarescetagandanos…
      — La mayor parte del tiempo, sí — suspiró Ivan.
      — El Criadero Estrella es el nombre privado del banco genético de la raza haut.
      _Ah, eso… Supongo que sabía algo al respecto… Qué? Tienen copias de reserva de sí mismos…? — preguntó Miles.
      — El Criadero Estrella es mucho más que eso. Entre los haut, no hay contacto directo para unir el espermatozoide y el óvulo y depositar el embrión resultante en un replicador uterino, como hace la gente normal. Cada cruce genético se negocia como contrato entre los jefes de dos líneas genéticas, que los cetagandanos llaman constelaciones. Supongo que ustedes, en Barrayar, los llamarían clanes. Ese contrato debe contar con la aprobación del emperador o más bien de una mujer de alto rango de la familia del emperador, y se marca con el sello del Criadero Estrella. Desde hace cincuenta años, desde que empezó el régimen actual, esa mujer de alto rango fue haut Lisbet Degtiar, la madre del emperador. No es sólo una formalidad. Cualquier alteración genética, y los haut hacen muchas, tiene que haber sido examinada y aprobada por el comité de genetistas de la emperatriz antes de entrar en el genoma haut. Usted me preguntó si las mujeres haut tienen poder. La emperatriz viuda impartía la aprobación final y tenía derecho a veto sobre todos los nacimientos haut.
      — Y el emperador? Puede cambiar estas decisiones?
      Maz apretó los labios.
      — No lo sé, en realidad. Los haut se muestran muy reservados en todo lo concerniente a este asunto. Si se producen luchas de poder, las habladurías no atraviesan las puertas del jardín Celestial. Lo que sí sé es que nunca me ha llegado el rumor de un conflicto como el que usted imagina.
      — Y… quién se encarga ahora de este proceso? Quién hereda el sello?
      — ¡Ah! La pregunta del millón. — Maz iba entusiasmándose con el tema-. Nadie lo sabe, O, por lo menos, el emperador no ha hecho el anuncio. El sello debe tenerlo la madre del emperador si está viva, O la madre del heredero si muere la viuda. Pero el emperador cetagandano no ha seleccionado un heredero todavía. El sello del Criadero Estrella y todo el resto de los objetos de rango de la emperatriz se entregará a la nueva mujer en el último rito de los funerales, así que el emperador tiene por lo menos diez días más para decidirse. Supongo que esa decisión es foco de gran atención en estos días entre las hautmujeres. No se pueden aprobar contratos nuevos hasta que se complete la transferencia.
      Miles, intrigado, pensó un poco en lo que oía.
      — El emperador tiene tres hijos, verdad? Así que la mujer elegida será una de las tres madres.
      — No necesariamente — dijo Maz-. El cargo podría recaer en una tía imperial, una mujer de la familia de su madre, al menos provisionalmente.
      Unos suaves golpecitos en la puerta de Miles anunciaron la llegada del té. La cocina de la embajada de Barrayar había enviado una bandeja totalmente redundante con tres platos de bombones. Alguien había estado haciendo los deberes porque Maz murmuró:
      — Aahhh, mis favoritos… — Una mano femenina se lanzó a la pesca de chocolates, a pesar del almuerzo imperial que acababan de tomar. El mayordomo de la embajada sirvió el té, abrió el vino y se alejó tan discretamente como había entrado.
      Ivan tomó un trago de su vaso de cristal y preguntó, intrigado:
      — Se casan los hautlores, entonces? Esos contratos genéticos equivalen al matrimonio, no es cierto?
      — Bueno… no exactamente. — Maz se tragó el tercer bombón y jugueteó con el té-. Existen varios tipos de contratos. El más simple establece el uso del genoma de una persona una sola vez. Se crea un solo hijo, que es… el término no es del todo correcto pero equivaldría a propiedad…queda registrado en la constelación del padre y crece en el criadero de esa constelación. No sé si me explico… estas decisiones no las toman los protagonistas… en realidad, puede pasar que la madre y el padre ni siquiera lleguen a conocerse. Esos contratos se deciden en el nivel más alto de la constelación y las decisiones están en manos de los líderes más viejos y presumiblemente más sabios. Se pretende capturar una línea genética favorable o sentar las bases de un cruce deseable en la generación siguiente.
      — En el otro extremo hay contratos que significan un monopolio vitalicio, o todavía más largo en el caso de cruces imperiales. Cuando se elige a una hautmujer para que sea la madre de un heredero potencial, el contrato es absolutamente exclusivo: tiene que ser alguien que no haya aceptado ningún contrato y que nunca vuelva a negociar con su genoma, a menos que el emperador decida tener más de un hijo con ella. Esas mujeres viven en el jardín Celestial, en un pabellón separado, durante el resto de sus días.
      Miles hizo una mueca.
      — Es una recompensa o un castigo?…
      — Es el puesto de poder más importante que pueda alcanzar una hautmujer es una oportunidad para convertirse ella también en emperatriz, si su hijo — y casi siempre es un único hijo— resulta elegido para suceder a su padre. Aunque termine siendo la madre de uno de los perdedores, un candidato a príncipe o gobernador de satrapía no está nada mal. Un líder de constelación, jefe de clan en terminología de Barrayar, nunca será emperador o padre de un emperador, y el brillo que puedan tener sus hijos carece de importancia. Pero a través de sus hijas, tiene la oportunidad de ser el abuelo de un emperador. Por lo tanto, como puede imaginarse, las ventajas se acumulan en la constelación de la emperatriz. Los Degtiar no eran particularmente importantes hasta hace cincuenta años.
      — Así que el emperador tiene hijos. — Miles trataba de asimilar toda aquella información-. Pero todos los demás necesitan hijas. Y sólo una o dos veces cada siglo, cuando sube al poder un nuevo emperador, se puede ganar en el juego.
      — Correcto.
      — Y… dónde queda el sexo en todo esto? — preguntó Ivan, con voz quejosa.
      — No hay sexo — dijo Maz.
      — ¡No hay sexo!
      Maz se rió de la expresión horrorizada de lord Vorpatril.
      — Bueno, los haut mantienen relaciones sexuales, pero es un juego puramente social. Tienen amistades sexuales de larga duración que casi podrían calificarse de matrimonios. Estaba a punto de decir que no hay nada formal, pero claro, la etiqueta de esas asociaciones es increíblemente compleja… Supongo que la palabra que estoy buscando es legalizadas,más que formales, porque los rituales son intensos. Y raros, realmente raros a veces, por lo poco que alcanzo a entender. Afortunadamente, los haut son tan racistas que casi nunca salen de su propio genoma, así que no es nada probable que los extranjeros tengan que enfrentarse con esos peligros personalmente.
      — Ah — dijo Ivan. Parecía un poquito desilusionado-. Pero… si los haut no contraen matrimonio, establecen sus propias casas y manejan sus asuntos desde las casas mismas, cuándo salen?
      — Nunca.
      — ¡Au! Eso quiere decir que viven con… bueno, con sus madres toda la vida?
      — Bueno, con sus madres, no. Con sus abuelos o bisabuelos. Pero los jóvenes, y cualquiera menor de cincuenta se considera joven, viven como pensionistas de las constelaciones. Me pregunto si ésa es la razón por la que tantos haut de más edad se recluyen. Viven lejos de todos porque finalmente puedenhacerlo.
      — Pero… y todos esos ghemgenerales y ghemlores famosos y de renombre que consiguieron esposas haut?
      Maz se encogió de hombros.
      — No todas pueden aspirar a ser madres imperiales, no les parece? En realidad, me gustaría señalarle ese aspecto, lord Vorkosigan. Nunca se ha preguntado cómo es posible que los haut controlen a los ghem, que son tan buenos militares? Sobre todo, si tenemos en cuenta que los haut no tienen ni entrenamiento ni experiencia en ese campo.
      — Ah, sí. Hace dos años que espero que esa loca aristocracia cetagandana de dos niveles desaparezca en medio de una lucha intestina. Cómo es posible que un grupo de literatos como esos hautlores tengan poder sobre ghemejércitos enteros?
      Maz sonrió.
      — Los ghemlores cetagandanos lo explicarían como la fidelidad debida a una cultura y civilización superiores. El hecho es que se apropian genéticamente de cualquiera que sea lo bastante competente y poderoso como para constituir una amenaza. No hay mayor recompensa en el sistema cetagandano que la asignación de una esposa haut, y las asignaciones las decide el Emperador. Ésa es la principal preocupación de los ghemlores. Es el último golpe social y político.
      — Está usted sugiriendo que los haut controlan a los ghem a través de esas esposas? — dijo Miles-. Quiero decir, estoy seguro de que las hautmujeres son hermosas y todo eso, pero los ghemgenerales son unos hijos de puta tan duros, tan difíciles… no me puedo imaginar a nadie en la cumbre en el Imperio de Cetaganda que sea tan susceptible.
      — Si yo supiera cuál es el truco de las hautmujeres. — suspiró Maz— lo embotellaría y lo vendería muy caro. No, mejor todavía, creo que me lo quedaría para mí sola. Pero por lo visto, hace cientos de años que funciona bien. Por supuesto que no es el únicométodo de control imperial. Pero sin duda es el menos evidente. Para mí eso es significativo. Los haut son sutiles, eso por encima de cualquier otra cosa.
      — Y la hautnovia llega al matrimonio con… digamos… una dote? — preguntó Miles.
      Maz sonrió de nuevo y cogió otro bombón.
      — Es un punto importante, lord Vorkosigan. No. No hay dote.
      — Yo suponía que mantener a una esposa haut en el nivel de vida al cual están acostumbradas podía ser bastante caro.
      — Muy caro.
      — Entonces… si el Emperador deseara deprimir a un súbdito excesivamente importante, podría entregarle unas cuantas esposas haut y dejarlo en bancarrota?
      — No… no creo que se trate de nada tan evidente. Pero es algo parecido, sí. Es usted muy perspicaz, milord.
      — Pero qué le pasa a la hautlady a la que entregan así, como si se tratara de una medalla de buena conducta? — preguntó Ivan-. Qué siente? Quiero decir… si la mayor ambición de una hautlady es transformarse en monopolio imperial, eso de ir a parar a manos de un ghemlord tiene que ser el extremo opuesto. Que la arrojen para siempre fuera del hautgenoma… Los descendientes nunca vuelven a casarse entre los haut, verdad?
      — No — confirmó Maz-. Creo que la psicología de todo el proceso es bastante peculiar. En primer lugar, la hautnovia tiene más rango que cualquier otra esposa del ghemlord, y sus hijos son los herederos. Es automático. Eso puede desatar algunas tensiones interesantes en casa del ghemlord, sobre todo si el nuevo casamiento, como suele suceder, se da en la mitad de la vida, cuando las otras asociaciones maritales del lord ya están bien establecidas y son antiguas.
      — Seguramente que caiga una de estas hautmujeres sobre la cabeza de su marido es la pesadilla de cualquier ghemlady — musitó lvan-. Nunca se niegan? No obligan a los maridos a rechazar el honor?
      — Por lo visto no es un honor que se pueda rechazar.
      — Mmmm. — Miles arrancó con dificultad su imaginación de la fascinación de esos detalles sociales y procuró centrarse en su mayor preocupación-. El sello del Criadero Estrella… No tendrá usted un dibujo?
      — He traído unos vídeos, milord — dijo Maz-. Con su permiso, los podemos pasar en su comuconsola.
      Aahh. Cómo me gustan las mujeres competentes. No tiene usted una hermana menor, milady Maz?
      — Sí, por favor — dijo Miles.
      Todos se amontonaron detrás del escritorio de la comuconsola y Maz empezó con su pequeña conferencia ilustrada sobre la cúpula de los haut y una media docena de sellos imperiales de varios tipos.
      — Aquí está, milord: el sello del Criadero Estrella.
      Era un bloque cúbico, de unos quince centímetros de lado y con el pájaro de trazos rojos sobre la parte superior. El terror que había sentido Miles desde que Maz le comunicara que existía el sello, el terror de que tal vez él e Ivan hubieran robado accidentalmente una pieza de los objetos imperiales, se desvaneció como por ensalmo. El cilindro era un objeto imperial, sin duda, y tendrían que devolverlo — anónimamente, de ser posible-, pero por lo menos no era…
      Maz llamó a la siguiente unidad de datos.
       — Y esteobjeto es la Gran Llave del Criadero Estrella, que se entrega junto con el sello — siguió diciendo.
      Ivan se atraganto con el vino. Miles, súbitamente marcado, se reclinó contra el escritorio y miró la imagen del cilindro con una sonrisa fija. El original estaba unos pocos centímetros más abajo, en el cajón.
      — Y… ah, qué es la Gran Llave del Criadero Estrella, mila… Maz? — consiguió murmurar-. Para qué sirve?
      — No estoy muy segura. En algún momento, en el pasado, tuvo que ver con la recuperación de datos en los bancos genéticos de los haut, según creo, pero en la actualidad tal vez sólo se trate de un objeto ceremonial. Tiene unos doscientos años por lo menos… Tiene que ser obsoleto.
       Esperemos.Gracias a Dios no lo había abandonado por ahí. Todavía.
      — Ya veo.
       — Miles…— musitó Ivan.
      — Más tarde — siseó Miles entre dientes-. Entiendo tu preocupación.
      Ivan musitó una obscenidad por encima de la cabeza de Maz.
      Miles se inclinó contra el escritorio de la comuconsola y movió los labios en una mueca realista.
      — Algo anda mal, milord? — Maz levantó la vista, preocupada.
      — Lo lamento, las piernas me molestan un poco. Probablemente tenga que consultar con el médico de la embajada…
      — Preferiría usted seguir con esto más tarde? — preguntó Maz instantáneamente.
      — Bueno… a decir verdad, creo que ya he recibido todas las lecciones de etiqueta que puedo asimilar en una sola tarde.
      — Ah… pero hay mucho, muchísimo más. — Sin embargo, Miles debía de estar realmente pálido porque ella se levantó y dijo-: Demasiado para una sola clase, sí, por supuesto. Le molestan mucho sus heridas? No creí que fueran tan graves.
      Miles se encogió de hombros, como avergonzado. Tras la despedida de rigor y la promesa de volver a ver a su tutora vervani muy pronto, Ivan se hizo cargo de los deberes de anfitrión y escoltó a Maz a la planta baja.
      Volvió inmediatamente, selló la puerta detrás de él y se lanzó sobre Miles.
      — Tienes alguna idea del lío en que nos hemos metido? exclamó.
      Miles estaba sentado frente a la comuconsola, releyendo la descripción oficial — totalmente inexacta, por cierto— de la Gran Llave, mientras la imagen del objeto flotaba como un conjuro frente a su nariz por encima de la placa de vídeo.
      — Sí. También sé que vamos a salir bien parados. Tú lo sabes?
      Eso hizo que Ivan se detuviera.
      — Sabes algo que yo no sepa?
      — Si me lo dejaras a mí, creo que podría devolver esa cosa a su verdadero dueño sin que el asunto trascendiese.
      — Por lo que dijo Maz, el verdadero dueño es el emperador de Cetaganda.
      — Bueno, en realidad, sí. Debería decir, devolvérsela a su verdadera guardiana. Que, si leo bien las señales, está tan desesperada por haberla perdido como nosotros por haberla encontrado. Si puedo devolvérsela sin armar jaleo, no creo que vaya por ahí diciendo a todo el mundo que la perdió. Aunque… me pregunto cómo fueque la perdió. — Algo no encajaba, y estaba ahí, justo por debajo de su percepción consciente.
      — ¡Nosotros atacamos a un servidor imperial! ¡Así la perdió!
      — Sí, pero qué estaba haciendo Ba Lura con ese objeto en la estación orbital de transferencia? Por qué había manipulado los monitores de Seguridad del compartimiento de embarque?
      — Lura se estaba llevando la Gran Llave a alguna parte. Por lo que sé, tal vez la llevaba a la Gran Cerradura. — Ivan caminaba alrededor de la comuconsola como un león enjaulado-. Así que el pobre hombre se corta la garganta a la mañana siguiente porque perdió este objeto, que estaba a su cuidado, y todo por culpa nuestra… Mierda, Miles. Me siento como si hubiéramos matado a ese vicio chiflado. No nos hizo ningún daño, sólo se equivocó de lugar y tuvo la mala suerte de asustarnos.
      — Es eso lo que pasó? — murmuró Miles-. En serio? — Es ésa la razón por la que estoy tan desesperado? Es ésa la razón por la que quiero que la historia tenga otro sentido, cualquier sentido menos ése?A la idea de Ivan no le faltaba lógica. El viejo ba, encargado y responsable de transportar el precioso objeto, pierde la Gran Llave a manos de unos bárbaros extranjeros, confiesa su desgracia a su señora y se mata para expiar sus culpas. Listo. De pronto, Miles tenía náuseas-. Pero… si la llave era tan importante… por qué no estaba rodeado de un escuadrón de ghemguardias imperiales?
      — ¡Dios, Miles! ¡Ojalá hubiera habido guardias!
      Un golpe firme en la puerta. Miles apagó rápidamente la comuconsola y abrió la cerradura.
      — Adelante.
      El embajador Vorob'yev entró en la habitación y le dirigió una inclinación de cabeza más o menos cordial. Llevaba un montón de papeles perfumados, de colores delicados.
      — Hola, milores. Le ha resultado útil su clase con Maz, lord Vorkosigan?
      — Sí, señor — dijo Miles.
      — Me alegro. Lo suponía. Esa mujer es muy competente. — Vorob'yev levantó los papeles-. Mientras ustedes estaban con ella, llegó esta invitación para los dos, de lord Yenaro. Junto con varias sinceras disculpas por el incidente de anoche. Seguridad de la embajada abrió, rastreó y analizó químicamente la escultura. Informaron que los ésteres eran inocuos. — Con ese pronunciamiento sobre Seguridad, le entregó los papeles a Miles-. Ustedes deciden si quieren aceptar. Si considera que el infortunado efecto colateral del campo de fuerza de la escultura fue un accidente, lord Vorkosigan, tal vez convendría que asistiera a la fiesta. Completaría la disculpa y todo quedaría reparado.
      — Ah, claro que iremos… — La disculpa y la invitación estaban escritas a mano en el mejor estilo cetagandano-. Pero voy a mantener los ojos bien abiertos. Ah… no volvía hoy el coronel Vorreedi?
      Vorob'yev hizo una mueca.
      — Le han surgido unos aburridos problemas. Pero en vista del extraño incidente en la embajada marilacana, ya lo he dispuesto todo para que lo sustituyan mañana mismo. Desea usted un guardaespaldas? No abiertamente, claro, eso sería otro insulto…
      — Mmmm… Tenemos un conductor, no es cierto? Que sea un hombre entrenado, y quiero comunicación con él. Comus. Y que no se aleje mucho, por si acaso.
      — Muy bien, lord Vorkosigan. Ahora mismo lo dispongo. — Vorob'yev asintió-. Y… en cuanto al incidente de la rotonda…
      A Miles le latía el corazón.
      — Sí?
      — Por favor, no vuelva a separarse del grupo.
      — Recibió usted una queja? — Y de quién?
      — Uno aprende a interpretar ciertas miradas heridas. Los cetagandanos considerarían poco correcto protestar… pero si los incidentes desagradables se acumulan…, no creo que les parezca tan poco correcto tomarse algún tipo de venganza indirecta y extraña. Ustedes dos se irán dentro de diez días, pero yo tengo que seguir aquí mucho tiempo. Por favor, no me hagan el trabajo más difícil de lo que ya es…
      — Entendido, señor — dijo Miles con voz alegre.
      Ivan parecía hondamente preocupado: no pensaría confesárselo todo a Vorob'yev? Todavía no, porque el embajador salió sin que Ivan se arrojara a sus pies.
      — Por poco no es suficiente para un guardaespaldas — señaló apenas la puerta se selló otra vez.
      — Ah, entonces estás empezando a ver las cosas a mi manera, no? Pero si vamos a casa de Yenaro, no puedo evitar el riesgo. Tengo que comer, beber y respirar… todas rutas de ataque que un guardia armado no tiene muchos medios de controlar. De todos modos, mi mayor defensa es que sería un terrible insulto para el emperador cetagandano si alguien de una delegación extranjera quedara realmente lastimado en las ceremonias del funeral de su augusta madre. Yo predigo que, si es que ocurre algún otro incidente, será igualmente sutil y no fatal. — E igualmente enfurecedor, claro está.
       — Ah, sí? Cuando ya hay una baja definitiva? — Ivan se quedó callado por un tiempo-. Crees que… todos estos incidentes están relacionados? — Hizo un gesto con la cabeza hacia los papeles perfumados que Miles sostenía en la mano y el cajón del escritorio de la comuconsola-. Admito que no sé de qué modo podrían relacionarse.
      — Te parece que se puede tratar de simples coincidencias?
      — Mmmm… — Ivan frunció el ceño mientras reflexionaba la respuesta-. Y dime — dijo, señalando otra vez el escritorio y el cajón-: Cómo piensas sacarte de encima el aparatito de la emperatriz?
      Miles torció la boca en una sonrisa al reparar en la diplomática construcción que Ivan había utilizado para la frase.
      — No te lo puedo decir por el momento. — Sobre todo, porque no lo sé. No todavía.Pero la haut Rian Degtiar tenía que estar pensándolo en ese mismo momento. Miles toqueteó, distraído, el ojo de Horus plateado, insignia de SegImp, prendido al cuello negro de su uniforme-. La reputación de una dama está en juego.
      Los ojos de Ivan adquirieron una expresión burlona por la forma en que Miles había aludido a las relaciones personales de su primo.
      — A la mierda con eso. En serioestás haciendo algo secreto para Simón Illyan?
      — Si fuera así, no podría decírtelo, no te parece?
      — No tengo la menor idea. Mierda. — Ivan lo miró, frustrado, durante otro momento y luego se encogió de hombros-. De todos modos, es tu funeral, no el mío…

5

      — Pare ahí — dijo miles al conductor del auto de superficie. El vehículo giró con suavidad hacia el costado de la calle y se apoyó en el pavimento con un silbido de los ventiladores. Miles espió el aspecto de la burguesa mansión de lord Yenaro en el crepúsculo creciente y comparó mentalmente la realidad de lo que veía con el mapa que había estudiado en la embajada de Barrayar.
      Las vallas que rodeaban la propiedad, las paredes curvadas del jardín, que escondían el paisaje, eran visuales y simbólicas, no efectivas. Ese lugar estaba diseñado como una fortaleza de privilegio. A través de los árboles, se veían brillar algunos sectores de la casa pero el foco de las luces parecía estar dentro y no en el exterior.
      — Control de comus, milores? — pidió el conductor. Miles e Ivan sacaron los aparatos del bolsillo y repasaron los códigos-. Muy bien, milores.
      — Qué apoyo tenemos? — preguntó Miles.
      — Tengo tres unidades dentro del área de llamada.
      — Espero que haya un tecnomed incluido.
      — En el vueloliviano. Con equipo completo. Puedo ponerlo dentro del patio de lord Yenaro en cuarenta y cinco segundos.
      — Me parece suficiente, no espero un ataque frontal. Pero no me sorprendería que sufriéramos otro pequeño incidente… de la clase que fuera. Creo que vamos a ir caminando. Quiero formarme una idea general del lugar.
      — Sí, milord. — El conductor abrió el auto. Miles e Ivan lo dejaron solo en su puesto.
      — A esto le llaman pobreza entre las clases altas? — preguntó Ivan, mirando a su alrededor mientras caminaban a través de portones abiertos, sin guardias, y subían por el caminito hacia la casa de Yenaro.
      Ah, sí. Tal vez el estilo era diferente, pero el olor a decadencia aristocrática es universal e inconfundible. Había pequeñas señales de descuido en todas partes: puertas sin arreglar, paredes algo desconchadas, plantas sin podar, tres cuartas partes de la mansión a oscuras con todas las aberturas clausuradas.
      — Vorob'yev pidió un control especial de Yenaro a la oficina de SegImp — dijo Miles-. Su abuelo, el ghemgeneral derrotado, le dejó la casa, pero no los medios para mantenerla: dilapidó todo el capital de la familia en su vejez extensa y seguramente amargada. Yenaro es el único dueño desde hace cuatro años. Siempre anda con un grupito seudoartístico de ghemlores jóvenes sin empleo fijo. Hasta ahí, todo concuerda con lo que nos dijo él mismo. Pero esa cosa del vestíbulo de la embajada marilacana es la primera escultura que se le conoce. Curiosamente avanzada para un primer intento, no te parece?
      — Si estás tan convencido de que fue una trampa, por qué metes la mano para que te pillen de nuevo?
      — El que no arriesga no gana, Ivan.
      — Y qué esperas ganar?
      — La verdad. Algo de belleza. Quién sabe? Seguridad de la embajada también está investigando a los obreros que la instalaron. Espero que la investigación nos revele algo.
      Por lo menos podía usar la maquinaria de SegImp para resolver esos problemas laterales. Miles tenía una enorme curiosidad con respecto al cilindro que llevaba escondido en el bolsillo interno de la túnica. Había tenido la Gran Llave encima todo el día, durante una visita guiada a la ciudad y un interminable espectáculo de bailarines clásicos cetagandanos. Eso último era un decreto imperial, un espectáculo especial para los enviados galácticos al funeral. Pero hasta el momento, la haut Rian Degtiar no había hecho ningún movimiento para ver a Miles. Si no sabía nada de su hautlady hasta el día siguiente… En cierto aspecto, Miles lamentaba muchísimo no haber confiado en los subordinados locales de SegImp desde el primer día. Pero claro, si lo hubiera hecho, ya le hubiesen quitado de encima el problemita: las decisiones habrían pasado a niveles más altos y él ya no habría podido controlarlas. El hielo es muy delgado. En este momento, no quiero que haya nadie más pesado que yo en el río.

  • Ñòðàíèöû:
    1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20